Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

lunes, febrero 27

Cartier-Bresson, fotógrafo y anarquista

"El anarquismo es, ante todo, una ética y, como tal, se ha mantenido intacta. El mundo ha cambiado, no es así el concepto libertario, el desafío frente a todos los poderes. Gracias a eso, he logrado zafarme del falso problema de la celebridad. Ser un fotógrafo conocido es una forma de poder y yo no la deseo". Henri Cartier-Bresson (1998).

Alguien dijo algo así como que, allí donde hubiera que luchar por la dignidad habría un anarquista. Esta reflexión del gran fotógrafo francés, libertario hasta el fin de su extensa y lúcida vida, es un ejemplo ello. Cartier-Bresson estuvo en España durante la República, y volvería en diversas ocasiones, identificándose con los anarquistas españoles y reivindicando la anarquía como un sentido ético ante la vida. Jamás abandonó su compromiso social en su recorrido por Europa, Asia, África y América Latina, dejando para la posteridad numerosos momentos históricos y retratos de personajes gracias a su Leica y a su objetivo de 50 mm. No es tan conocido su trabajo para el cine, durante los años 30, con Paul Strand en Estados Unidos y con Jean Renoir en Francia. Su primera vocación, sin embargo, sería la pintura y el dibujo, considerando el surrealismo como una forma subversiva que casaba bien con sus ideas libertarias. Es a principios de los años 30 cuando se fascina por la fotografía, pero nunca abandonará su "pasión privada" por el surrealismo y su amor al dibujo, dedicando sus últimos años a esta faceta y dejando numerosos desnudos femeninos realizados a carboncillo (curiosamente, aquí su interés artístico difiere mucho de su obra fotográfica). De hecho, tuvo un gran interés en fotografia a pintores como Matisse, con tuvo una gran amistad, Braque, Giacometti, Bonnard, Bacon y muchos otros.
Cartier-Bresson se hizo anarquista siendo muy joven, al descubrir mundos diferentes al de las civilizaciones judeocristiana y musulmana. Frente a la inanidad presente en un mundo donde la tecnología posibilita un tropel ininterrumpido de imágenes, reivindicó siempre la sensibilidad del ojo del artista. Curiosamente, y a pesar de considerársele uno de los padres del fotorreportaje y de poseer un innegable compromiso con lo social, se distancia del trabajo de otro gran fotógrafo como Sebastiao Salgado. Cartier-Bresson pensaba que la obra de Salgado no estaba concebida por el ojo de un pintor, sino por el de un sociólogo, economista y militante; a pesar de respetar muchísimo su trabajo, consideraba que el brasileño poseía una "faceta mesiánica" que a él mismo le era ajena. En alguna ocasión, rechazó el trabajo documental y periodístico, ya que lo consideraba "extremadamente aburrido", algo por lo que el propio Robert Capa le recriminó aconsejándole que se apartara de sus orígenes surrealistas, algo que Cartier-Bresson parece que hizo solo públicamente. En cualquier caso, parece que el fotógrafo francés no se consideró nunca un reportero y reivindicó siempre su subjetividad artística: "Cuando voy a algún lugar, intento hacer una foto que resuma una situación que maraville, que atraiga la mirada y que tenga una buena relación de las formas, que para mí es esencial. Un placer visual". Puede decirse que el fotoperiodismo, considerado como mera acumulación y registro de hechos, es para Cartier-Bresson el camino de la nada; lo auténticamente interesante es el punto de vista que se adopte sobre esos hechos, y la fotografía hay que considerarla como una re-evocación de esos acontecimientos. Por otra parte, renunció a trabajar para agencias de publicidad, ya que permaneció firme en su crítica a la sociedad de consumo desarrollada desde los años 60 del siglo XX. Mantuvo siempre hasta el final su rebeldía y encontró más motivos para alimentarla con la aparición de la tecnociencia, que consideraba un auténtico monstruo, y con esa falacia de la "brecha generacional"; Cartier-Bresson reivindicaba una humanidad unida por la solidaridad, valor fundamental con el que se encontró una y otra vez a lo larga de su convulsa y extensa vida, al margen de su edad o condición.
Echemos un vistazo a las palabras del propio Cartier-Bresson acerca de la actividad fotográfica: "Para mí, la fotografía es el reconocimiento simultáneo en una fracción de segundo del significado de un evento y la organización de las formas que le dan su propio carácter". El ser humano debe encontrar un equilibro entre su vida interior y el mundo que le rodea, buscando la influencia recíproca y llegando incluso a considerar finalmente el resultante de un único mundo que aglutine subjetividad y objetividad. Como ya se ha visto, el fotógrafo francés rechazaba el éxito e incluso el reconocimiento, pero sí deseaba transmitir algo a las personas y saber al mismo tiempo que era bien recibido.
Extraído de Reflexiones desde Anarres

viernes, febrero 24

"La abolición del trabajo" de Bob Black


Bob Black es un anarquista estadounidense contemporáneo conocido principalmente por sus ideas críticas de la sociedad basada en el trabajo. Se lo asocia a la corriente de la anarquía postizquierda.

La abolición del trabajo es el texto más conocido de Black. Allí se apoyó en las ideas de intelectuales revolucionarios como Charles FourierWilliam MorrisPaul Goodman,Marshall Sahlins y Paul Lafargue. Allí argumenta en contra de la subordinación de la vida de las personas por el esquema del trabajo en donde se las obliga a una vida dedicada a la producción y consumo de mercancías.

La Abolición Del Trabajo por Bob Black editado en 1985, es leído en estos dos vídeos por Corriente Alterna, programa radial perteneciente a Radio Kalewche Esquel, Chubut, Argentina.

Si queréis descargaros el texto en pdf:
https://n-1.cc/mod/file/download.php?file_guid=485398

martes, febrero 21

Earthlings


Earthlings es un documental acerca de cómo nuestra especie utiliza actualmente a otras especies animales. Para ello se utilizan cámaras ocultas e imágenes del día a día de las prácticas de algunas de las más grandes industrias del mundo que se enriquecen con los animales. El documental está dividido en cinco partes: mascotas, alimentación, pieles, entretenimiento y experimentación. La finalidad del documental es la denuncia de las actividades especistas a las cuales la mayoría de la población está habituada y cuyo tipo de discriminación se ha normalizado hasta la fecha.
"Dado que todos habitamos La Tierra, todos somos considerados terrícolas. No hay sexismo, racismo ni especismo en el término terrícola y abarca a todos y cada uno de nosotros, de sangre caliente o frí­a, mamífero, vertebrado, ave, reptil, anfibio, pez o humano. Los humanos por lo tanto, no siendo la única especie sobre el planeta, comparten este mundo con millones de otras criaturas, dado que todas evolucionamos aquí­ juntas. Sin embargo, somos los humanos quienes tratamos de dominar La Tierra, a menudo tratando a otros seres como meros objetos. Esto es lo que quiere decir especismo. Por analogía con el sexismo o el racismo, el término especismo es un prejuicio o actitud favorable hacia los intereses de los miembros de la misma especie y contra los miembros de otras especies. Si un ser sufre, no existe justificación para no tener en consideración ese sufrimiento. No importa la naturaleza del ser. El principio de igualdad requiere, que el sufrimiento de uno, sea valorado de igual forma que el sufrimiento del otro. El racista viola el principio de igualdad, al dar mayor peso a los intereses de los miembros de su propia raza, cuando hay un conflicto entre sus intereses y los de otra raza. El sexista viola el principio de igualdad, al favorecer los intereses de su propio sexo. Igualmente, el especista permite que los miembros de su misma especie, sobrepasen los intereses de los miembros de otras especies. En cada caso el patrón es el mismo. Racismo, sexismo, especismo."


Extracto del documental Earthlings

sábado, febrero 18

La clara torre, por André Breton


La clara torre

por André Breton 
Texto publicado en Le Libertaire , 11 de enero de 1952.

Fue en el negro espejo del anarquismo donde el surrealismo se reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando todavía no era sino asociación libre entre individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las opresiones sociales y morales de su tiempo. Entre las fuentes de inspiración en que abrevamos, al concluir la guerra de 1914, cuyo poder de convergencia era a toda prueba, se hallaba este final de la Balada de Solness , de Laurent Tailhade:

            Golpea nuestros corazones a la deriva, despedazados

            ¡Anarquía!¡Oh, portadora del luz!

            ¡Expulsa a la noche!¡Aplasta a los gusanos!

            ¡Y levanta hacia el cielo, así fuese con nuestras tumbas,

            La clara torre que domina sobre las olas!

En ese momento, la impugnación surrealista es total, absolutamente contraria a dejarse canalizar en el plano político. Todas las instituciones en las que se funda el mundo moderno y que han demostrado sus resultados en la Primera Guerra Mundial, son consideradas por nosotros aberrantes y escandalosas. Para comenzar, nos oponemos contra todo el aparato defensivo de la sociedad: Ejército, «justicia», policía, religión, medicina mental y legal, enseñanza escolar. Tanto las declaraciones colectivas como los textos individuales del Aragon de entonces, de Artaud, Crevel, Desnos, del Eluard de entonces, de Ernst, Leiris, Masson, Péret, Queneau, y yo mismo, testimonian la voluntad común de hacer que fueran reconocidos como flagelos y, en esa misma medida, combatidos. No obstante, para combatirlos con alguna posibilidad de éxito, es preciso que se ataque su armadura, que es, en última instancia, de orden lógico y moral . La pretendida «razón» de uso corriente que, bajo una etiqueta fraudulenta, disimula el «sentido común» más obstruso y la moral falseada del cristianismo, con la finalidad de desalentar cualquier resistencia contra la explotación del hombre.

Un gran fuego se levantaba sobre esas brasas –éramos jóvenes–, y creo que es justo reconocer que se le avivaba constantemente, para que estuviese a merced de la vida y obra de los poetas:

            ¡Anarquía, oh portadora de luz!

Estos poetas fueron Tailhade, Baudelaire, Rimbaud, Jarry, y todos aquéllos que nuestros jóvenes camaradas libertarios deberían conocer, tanto como a Sade, Lautréamont o el Schwob del «Libro de Monelle».

¿Qué hizo que no se operara en aquél momento una fusión orgánica entre los elementos anarquistas propiamente dichos y los surrealistas? Aún me lo pregunto veinticinco años después. Sin duda una idea de eficacia, que fue una motivación en toda esa época, lo decidió de otra manera. Lo que pudo tomarse como el triunfo de la revolución rusa y la realización de un estado obrero, implicaba un profundo cambio de perspectiva. La única sombra en el cuadro –que habría de revelarse como una mancha indeleble– residía en la represión del levantamiento de Kronstadt, el 18 de marzo de 1921. Nunca podría perdonarse algo así. Es verdad que en los alrededores de 1925, únicamente la IIIª Internacional parecía disponer de los medios ansiados para la transformación del mundo. Aún se podía pensar que los signos de degeneración y regresión, ya fácilmente observables en el Este, llegasen a ser conjurables. Los surrealistas vivían, por entonces, con la convicción de que la revolución social extendida a todos los países no podía dejar de promover un mundo libertario (algunos decían un mundo surrealista,   pero es lo mismo). Todos en un comienzo lo entendieron así, inclusive aquellos (Aragon, Eluard, etc.) que rápidamente desmerecieron de los ideales de su juventud hasta el punto de hacer, en el stalinismo, una carrera envidiable (esto, desde la mirada de los mercaderes). Pero el deseo y la esperanza humanas nunca estarán a merced de los traidores.

            ¡Expulsa a la noche!¡Aplasta a los gusanos!

Es por demás conocido el despiadado saqueo que se hizo de estas ilusiones, durante el segundo cuarto de siglo. Por una terrible ironía, el mundo libertario con el que se soñaba fue sustituido por un mundo en el que resulta de rigor la más servil obediencia, donde le son negados al hombre sus derechos más elementales, donde la vida social gira en torno a comisarios y verdugos. Como en todos los casos en los que un ideal humano llega a semejantes cotas de corrupción, el único remedio consiste en regenerarse desde el interior de la corriente sensible que le dio vida, remontarse a los principios que le permitieron constituirse.   En los límites extremos de esta marcha, hoy más necesaria que nunca, es donde volveremos a encontrarnos con el anarquismo, y solamente con él –no con esa caricatura que nos presentaron, con ese espantapájaros–, que nuestro camarada Fontenis describe «como el socialismo mismo, vale decir, esa reivindicación moderna de la dignidad del hombre (tanto de su libertad como de su bienestar); el socialismo, no ya concebido como una simple resolución de un problema económico o político, sino como la expresión de las masas explotadas en su deseo de crear una sociedad sin clases, sin Estado, en la que todos los valores y aspiraciones humanas se puedan realizar».
 
Esta concepción de una rebelión y una generosidad mutuamente indisociables, y, a despecho de Albert Camus, ilimitada, hoy los surrealistas la hacen suya sin reservas. Despejada de los nubarrones de muerte de este tiempo, la consideramos como la única capaz de hacer resurgir ante los ojos cada vez más numerosos:

            ¡La clara torre que domina sobre las olas!

miércoles, febrero 15

Jueces buenos, jueces malos. A propósito de Garzón


Bomba mediática. Saltan las alarmas. El icono de la lucha contra la corrupción política ha sido condenado por las escuchas telefónicas en el caso Gurtell. En seguida las corrientes de opinión impulsadas por los medios empiezan a generar debates, tertulias, portadas de periódicos, minutos de radio y de televisión. Y se empieza a notar en la calle, en las redes sociales, en los puestos de trabajo, en los cafés. La gente que cree que es conservadora da saltos de alegría, la que cree que es progresista está indignada. El juez Garzón, símbolo de la justicia de Estado progresista y democrática, inhabilitado por posicionarse en contra de la corrupción política. ¿La democracia se cae a pedazos?

Todo parece que encaja dentro de los esquemas mentales de una sociedad democrática en vías de descomposición. Gobierno conservador, recortes y justicia de derechas para condenar a la facción crítica y opositora. La socialdemocracia se erige de nuevo como la gran víctima de la derecha y sus maneras políticas. El inmenso monstruo del PP da su verdadera cara, y es mala, peor, nos dicen, que la que enseñó el mal llamado “socialismo” durante sus años de poder. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto?

Baltasar Garzón lleva tiempo actuando como “juez coraje”. Él es el abanderado de las investigaciones por los crímenes franquistas, ganándose la simpatía de un gran sector popular de la izquierda, sobretodo a raíz de las denuncias que se interpusieron contra él por parte de la ultraderecha española más rancia. Él fue quien se preocupó por condenar la actuación de Augusto Pinochet, dictador chileno, ordenando su puesta en busca y captura por crímenes y torturas.

También indagó en la conexión entre EEUU y las dictaduras latinoamericanas, así como condenó a prisión a conocidos protagonistas de la dictadura argentina. Todo un héroe de la democracia progresista, no cabe duda.

Sin embargo no es oro todo lo que reluce. Sin entrar en cuestiones sobre su persona, sí que debemos cuestionarnos si la figura de Baltasar Garzón responde o no a una forma determinada de interés político. Dicho de otra manera, Garzón es un buen juez, pero ¿eso qué significa?

En el año 98, Baltasar Garzón regresa a la Audiencia Nacional tras su incursión por la política en las filas del PSOE. Justo ese año, comienza una de las batallas más conocidas en su carrera judicial: el acoso y la persecución de la izquierda abertzale vasca, bajo la excusa de la lucha contra el terrorismo. Entre otras joyas, este gran demócrata fue el responsable de la clausura del diario Egin, de la radio Egin Irratia, del asalto y registro de la Coordinadora de Alfabetización y Euskaldunización de Adultos (AEK), del cierre del periódico Egunkaria, de la ilegalización del partido político Batasuna y de la persecución de todas y cada una de las formaciones políticas con base independentista de izquierdas. Todo ello bajo la supuesta excusa de colaboración o relación con la banda terrorista ETA.

Lo cierto es que la clausura de Egin o la ilegalización de Batasuna han sido algunos de los acontecimientos más penosos de la llamada “democracia española”. Y no lo han sido porque se atacaran las libertades democráticas más fundamentales de un sector importante de la población vasca. Eso, aun siendo cierto, no nos preocupa, ya que no somos precisamente quienes más expectativas tenemos en las vías democráticas, al igual que rechazamos abiertamente la participación política por medio de partidos, sean todo lo revolucionarios que sean o digan ser. Es más, no defendemos la causa de “reivindicar un estado vasco” y no podemos menos que lamentar el cómo el nacionalismo ha sumido a gran parte de la clase trabajadora vasca en una trampa política que la aleja de la verdadera emancipación de clase, la cual no conoce patrias ni banderas. Sin embargo, pese a todo ello, entendemos que la persecución política que impulsó Garzón ha salpicado mucho más lejos de los círculos partidistas, y muchas personas han sufrido represión, cárcel, malos tratos y torturas por el mero hecho de defender una idea de liberación nacional, la cual es como mínimo respetable por mucho que no la compartamos. El juez Garzón es uno de los responsables de que detrás de la etiqueta “lucha antiterrorista” se ampare el acoso y la persecución de personas por sus ideas políticas. Y mucho más allá, ya que en ocasiones las personas detenidas no sólo no eran terroristas, sino que condenaban activamente el terrorismo del Estado, el más detestable de todos.

Y no han sido sólo los movimientos sociales de Euskal Herría los que han sufrido el “azote democrático” de Garzón. En septiembre de 2003, el juez ordena la detención de seis anarquistas en Barcelona. Con la excusa de pertenencia a banda armada, se organiza un montaje jurídico-policial en el que se acusa a estas personas, entre otras cosas, de planear atentados contra importantes figuras mediáticas y policiales. La detención deriva en cárcel, y alguno de ellos le mantienen secuestrado posteriormente incluso más tiempo del que debía haber pasado en prisión.

Estas detenciones se enmarcaron en una oleada represiva que condenó a prisión a muchos compañeros. Era el momento de criminalizar el anarquismo para librarse de él, condenándolo al escarnio público por violento y criminal, aun cuando los fundamentos de estas operaciones del Estado eran la mentira y la difamación gratuita. Y Garzón andaba por medio, sustentando montajes policiales y encerrando a jóvenes luchadores. Como ejemplo un botón, pero todavía habría más casos que relacionarían a Garzón con dudosos métodos jurídico-policiales, como el caso de la tortura y encarcelación de independentistas catalanes en el año 92, hecho condenado por el Tribunal Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo.

Más allá de la visión de juez progresista y modélico, Baltasar Garzón es el protagonista de golpes represivos contra personas que han dedicado su vida a luchar precisamente por la justicia social. A través de figuras como él, el régimen actual reprime a los disidentes, los tacha de terroristas y elabora absurdos montajes contra ellos. Es por ello que la actuación judicial se convierte, en estos casos, en la imposición de la violencia del Estado contra todos aquellos que se le rebelan, incluso cuando esa rebelión persigue, precisamente, justicia.

Hoy en día existen plataformas de apoyo al juez, que nos piden firmas en nombre de la memoria histórica. Y surgirán nuevas iniciativas que presentarán su figura como un “mártir” de la democracia, como un luchador por lo derechos humanos, como un acérrimo defensor de la transparencia política. Y nadie dirá nada sobre su labor como represor a servicio del régimen. La figura de Garzón es la máscara que oculta la verdadera naturaleza de la democracia y sus demócratas. Dicen luchar por revisar los abusos de poder del pasado, pero son quienes cometen los abusos de poder del presente.

No nos engañemos, no existen los buenos jueces, ni políticos, ni policías, ni curas, ni empresarios, ni militares… Todos tienen muy claro a quién defienden. Pero, ¿y nosotros, la gente común, a quién defendemos?

 

Juventudes Anarquistas de Barcelona – FIJA

domingo, febrero 12

This is England


Esta película, ambientada en la Inglaterra de los '80, en la época de la Guerra de las Malvinas, muestra a un joven de 12 años llamado Shaun (Thomas Turgoose) que después de perder a su padre en la guerra cambia de ciudad.
La vida en la nueva ciudad no le agrada mucho, ya que siempre pelea con compañeros de clase porque se meten con su aspecto y con su difunto padre. Un día, Shaun conoce a una banda de jóvenes skinheads encabezada por Woody, que al verle tan decaído deciden animarle y le "adoptan" en su banda. Entonces Shaun decide convertirse en un skinhead como ellos.
Semanas después aparece Combo, un antiguo miembro de la banda, que después de tres años de cárcel, se presenta con ideas nacionalistas y un tanto racistas. A partir de ahí, la banda se divide entre los miembros que mantienen sus ideales antirracistas y los que siguen el nuevo tipo de ideología racista y nacionalista que Combo quiere integrar. Shaun, convencido por las palabras de Combo y aprovechándose de la tristeza que sufre por la muerte de su padre en las Malvinas, decide quedarse al lado del nuevo líder para "luchar por el orgullo de su padre" (tal y como Combo le dijo que haría). Con el tiempo Shaun irá descubriendo el error cometido.

jueves, febrero 9

Enrique Falcón: "Canción del levantado"


CANCIÓN DEL LEVANTADO

No adoptes nunca el nombre que te dé la policía
No acerques tu caricia a la piel del invasor
No comas de su trigo, no bebas más su leche
No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal

No esperes casi nada de su magistratura
No reces en su lengua, no bailes con sus ropas
No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes
Ni alojes en su boca la sal de tu sabor

No guardes en el sótano más bombas incendiarias
No firmes con tu letra los presagios del poder
No tiendas más cadáveres en la comisaría
No esperes nunca nada de la voz del ataúd

No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos
Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera
No lleves a tu amigo a los pies del impostor

No dejes que su lengua fructifique tras tu casa

No dejes a tus hijos,

no permitas a tus hijos
correr por su jardín.

martes, febrero 7

Atenas: Video y fotos de la manifestación anarquista contra la crisis


El sábado 4 de febrero se realizó una manifestación contra la crisis en la que participaron más de 5000 personas, una de las manis anarquistas más masivas jamás vistas en la ciudad. 
La mani fue convocada por varios colectivos y asambleas anarquistas de la ciudad. La mani emepzó desde la plaza de Monastiraki y recorrió todo el centro de la ciudad, bajo consignas (contra la crisis, el capitalismo, el estado y los fascistas), pintadas y reparto de miles de textos. 
 
Mucha gente que había salido al centro para hacer sus compras aplaudía la manifestación e incluso gritaban las consignas, mientras otros se unieron con ella. Gente de todas las edades sigió la mani que termino en los propileos de la vieja universidad sin incidentes.




 

sábado, febrero 4

"El cero y el infinito" de Arthur Koestler

Publicada en 1940, ilustra los mecanismos de la destrucción de la personalidad y el envilecimiento de las víctimas que pusieron en evidencia los procesos de Moscú de los años treinta.
La novela, una suerte de glacial teorema, transcurre en la prisión a la que ha sido conducido un dirigente de la vieja guardia bolchevique caído en desgracia, Rubashov, personaje, según cuenta Koestler en sus memorias, calcado en sus ideas de Nikolai Bujarin, y en su personalidad y rasgos físicos de León Trotski y Karl Radek. Para debilitar su resistencia, Rubashov es sometido a mortificaciones como impedirle dormir y enfrentarlo a reflectores deslumbrantes.


Koestler, que fue comunista convencido, escribe sobre los extraños procesos de Moscú, donde cientos de antiguos miembros del partido, de los primeros revolucionarios, se autoinmolan para salvar al partido, la idea stalinista del partido. Rubashov, uno de los héroes de la revolución, es encarcelado como todos sus antiguos compañeros, desaparecidos uno a uno. En la cárcel, Rubashov, entre los descansos de los interrogatorios, repasa algunos momentos de su vida al servicio de la revolución, su anteriores detenciones, la ilógica de las decisiones del partido, cómo era imposible la aparición del "yo". A trompicones despierta del ideal comunista, aunque justifica la farsa de los juicios y las mentiras sobre las acusaciones como último deber hacia el partido. 

Fuimos tomados por locos porque seguimos cada pensamiento hasta su consecuencia final, y obramos de acuerdo con ello. Fuimos comparados con la Inquisición, porque, como ella, sentíamos constantemente el peso de la responsabilidad por la superindividual vida futura, y, realmente, nos parecíamos a los grandes inquisidores en que perseguíamos las semillas del mal no solamente en las acciones de los hombres, sino en sus pensamientos. No admitíamos ninguna esfera privada, ni aun dentro del cráneo del hombre. Vivíamos bajo la coacción de continuar lo empezado hasta su conclusión final, y nuestra mente estaba cargada hasta tal punto, que la más ligera colisión ocasionaba un corto circuito mortal. Esto nos condenaba a una destrucción mutua. 

miércoles, febrero 1

Sobre los malos tratos en prisión y la lucha contra esta práctica


Así es cómo la cárcel me destruye por dentro. Duele a diario. Cada día que pasa me aleja más de mi vida” – Jack Henry Abbott, En el vientre de la bestia.

Si torturar es infligir a una persona, con cualquier utensilio o método, un grave dolor físico o psicológico, con intención de castigarla u obtener algo de ella (información, una confesión, obediencia, sumisión…), entonces, la cárcel se puede definir como un instrumento de tortura. Como explicaremos más adelante, esto es así no sólo por el empleo de la violencia física directa por parte de funcionarios/as del Estado, sino por la propia dinámica del encierro, de la infantilización del/la preso/a y del constante control.

La tortura “evidente”: los malos tratos

Los burócratas del dolor, soldados y policías, no son más que instrumentos del poder que necesita la tortura para asegurar y ampliar sus dominios. Nada tiene de anormal que un sistema atrozmente injusto utilice métodos atroces para perpetuarse. Y nada tiene de anormal que los amos del mundo no sólo practiquen la tortura, sino que además la prediquen llamándola ’medio alternativo de coerción’, ‘técnica intensiva de interrogatorios’ o ‘táctica de presión e intimidación’” – Eduardo Galeano, Digamos no a la tortura.

Las primeras en constatar que los malos tratos y las torturas constituyen un instrumento empleado sistemática y cotidianamente por los/as carceleros/as para hacer funcionar la máquina penitenciaria (infundir el temor y, por tanto, imponer la docilidad de los/as presos/as) son las propias personas presas. En los relatos sobre sus experiencias y sobre la represión, constatan también la ineficacia de los procedimientos institucionales de prevención de la tortura ideados por los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria o el Defensor del Pueblo y algunas estiman la necesidad de sustituirlos por otros.
Entidades como el Relator especial, el Subcomité contra la tortura, o el Comité de los Derechos del Niño, los tres de la ONU, organizaciones como Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional (AI), el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) y otras organizaciones más o menos gubernamentales han denunciado (en mayor o menor grado) también la existencia de la tortura en centros penitenciarios, de internamiento de extranjeros/as, de reclusión de menores y comisarías del territorio español,la impunidad creciente con que se practica, así como ciertas situaciones institucionales que la favorecen, como los regímenes de incomunicación de detenidos/as o de aislamiento de presos/as.
A pesar de la adhesión formal del Estado español a todas las convenciones, protocolos y pactos internacionales contra la tortura habidos y por haber, hay muchos signos de que no existe voluntad política de erradicar esa siniestra y repugnante práctica: existe una cadena perpetua de hecho, la última reforma del Reglamento Penitenciario ha apuntalado legalmente el régimen FIES; mantienen y piensan mantener la detención incomunicada; se endurece constantemente el Código Penal; y varios/as funcionarios/as condenados/as por torturas han acabado siendo indultados/as.
Existe una Coordinadora para la Prevención y Denuncia de la Tortura, compuesta de una cierta cantidad de grupos, que muestra su preocupación por el control, visibilización, denuncia y prevención de la tortura desde la “sociedad civil”. Hace años que publican informes anuales, en los que recogen las denuncias formuladas por torturas (más de 7000 desde 2001), señalando asimismo el hecho evidente de que la tortura está generalizada en todos los lugares de encierro y que han sido denunciadas reiteradamente todas las policías y cuerpos de carceleros/as y agentes de seguridad del Estado. Informan también del imponente número de muertes bajo custodia que se han producido (853 desde 2001), poniendo en evidencia la destructividad de las instituciones punitivas y especialmente de la cárcel.
Más de 7000 denuncias es una cantidad nada desdeñable, sobre todo si se tiene en cuenta que una serie de mecanismos o filtros llevan a que en la mayor parte de las ocasiones no se denuncien las agresiones sufridas: el hecho de que las torturas se producen en lugares ocultos, sin más testigos que la persona torturada y sus torturadores/as; el temor fundado a represalias ya que el/la denunciante queda a merced de los/as denunciados/as; las contradenuncias típicas por atentado a la autoridad que pueden traer incluso una nueva condena para el/la denunciante; la superficialidad de los exámenes médicos, mal hechos o que llegan tarde; el frecuente archivo de las denuncias por falta de pruebas y negligencia en las diligencias de investigación; la obstrucción administrativa a su realización; la descalificación y criminalización de quienes intentan apoyar a los/as denunciantes, etc. Todo lo cual hace pensar que esos casos conocidos sólo constituyen la punta del iceberg de los que verdaderamente se producen.
Es esta triste situación la que, al hacer de la que nos ocupa una cuestión de supervivencia para las personas presas, nos obliga a poner el acento en esos aspectos más evidentes del empleo de la violencia como instrumento de dominación por parte del Estado. Mirando para otro lado, nosotros/as también nos convertiríamos en cómplices. Aunque no pretendamos discutir con la opresión sobre los detalles de su propio ejercicio, no podemos callarnos ante esta situación en la que las torturas y tratos crueles, inhumanos y degradantes en su aspecto más brutal y descarnado son de uso cotidiano en manos de los/as agentes del Estado en el ejercicio de sus funciones.

La “otra” tortura: cárcel = tortura

¿Puede imaginar cómo me siento al ser tratado como un chiquillo y no como un hombre? Y cuando era un muchacho me trataban como a un hombre. ¿Puede imaginar lo que eso supone para un chico? Espero desde hace años llegar a tener sentido del humor, pero hasta ahora carezco de él por completo” – Jack Henry Abbott, En el vientre de la bestia

Ahora bien, la cárcel es tortura en sí misma, violencia abrumadora sobre el cuerpo de la persona presa, sobre sus sentidos, sus ritmos vitales, su percepción y sus sentimientos. Por citar algunos ejemplos, al estar todo el día rodeados/as de muros, muchos/as presos/as desarrollan miopía; al limpiarse todo el centro penitenciario con lejía (la opción más barata) pierden el olfato y el gusto. Los/as presos/as viven constantemente bajo amenazas (legales o ilegales), lo cual altera sus conductas y recaen en una sumisión aparentemente voluntaria, que imprime sobre la personalidad de sus víctimas un estigma imborrable.
La cárcel impone una relación de dependencia del/la preso/a con la Administración penitenciario, una “relación de sujeción especial” donde la administración de su derecho a la vida ha sido transferida al Estado y predomina absolutamente sobre su libertad. El Estado pasa a controlar todos los aspectos de la existencia de una persona presa y decide cuándo se ha de levantar y acostar, cuándo y qué ha de comer, cuándo y por cuánto tiempo ha de ver a sus seres queridos (en consecuencia, el impacto del centro penitenciario sobre las relaciones personales y sociales del/la preso/a es también enormemente destructivo) y qué puede y no puede hacer. En definitiva, se le infantiliza y se le convierte en un ser autómata que no sabe defenderse y que, sembrado de dudas, recurre constantemente a la autoridad para saber cuál ha de ser su próximo paso.
Hay muchos aspectos del sistema penitenciario que se encuentran en un estado deplorable y que pueden mejorarse o erradicarse. Por ejemplo, se puede acabar con las infrahumanas condiciones del régimen de aislamiento, los traslados arbitrarios que fomentan el desarraigo social y familiar, el hacinamiento, el abandono higiénico-sanitario, la sobreexplotación laboral o los abusos de todo tipo, incluso sexuales. Pero incluso si consiguiéramos acabar con todas estas desgracias, el propio encierro en sí mismo no dejaría de ser una tortura y la única forma de acabar con ella sería mediante la abolición de la cárcel.

La campaña contra los malos tratos en prisión

La cárcel, el sistema penal y todas las instituciones que alimentan el poder punitivo del Estado no son para nosotros más que componentes de una maquinaria social cuyo primer fin es mantener a los pobres sumisos y en situación de dejarse explotar, por lo que en todos y cada uno de sus aspectos nos parecen equiparables a la tortura. Además, su amenaza tiende a extenderse, a regular cada vez más aspectos de la existencia humana, tipificando y castigando con dureza creciente más y más conductas. Un sistema social que recurre, desde siempre y cada día más, a la tortura hace pensar que la misma le es consustancial ¿Se puede separar la tortura de la dominación de unos seres humanos sobre otros? No se puede concebir este sistema sin tortura. Para acabar con la tortura hay que acabar con el sistema” – Manifesto para una lucha contra las torturas y malos tratos desde las cárceles del Estado español.

Hace unos pocos meses arrancó una campaña para acabar con los malos tratos y la tortura en las cárceles españolas. Su iniciativa partió desde dentro de las cárceles: unos/as sesenta presos/as, apoyados desde la calle por algunas personas y grupos solidarios, realizan un día de ayuno al mes mientras formulan denuncias a quien corresponda. Las represalias (regresiones de grado, aislamiento, traslados, intervención de comunicaciones, violación y censura de correspondencia, secuestro de publicaciones, intimidación, coacciones, etc.) no tardaron en hacerse llegar. Aún así, el propósito de los/as participantes es persistir en su denuncia pública el mayor tiempo posible. Todo depende de la extensión de la lucha dentro y fuera y de la atención que se le preste desde la calle, sin la cual todo se dirimiría sin salir de esa “relación de sujeción especial” entre torturador/a y torturado/a.
Para ello, se proponen conseguir que se hable del asunto por medio de movilizaciones y estrategias comunicativas, abriendo un debate y una investigación colectiva con procedimientos verdaderamente críticos y el propósito de conocer y dar a conocer lo que pasa realmente, cómo y por qué, conocimiento que es indispensable para intervenir efectivamente. Plantearnos objetivos que se puedan alcanzar dotándonos de las herramientas útiles y necesarias para ello, iniciando un proceso práctico basado en la relación directa e igual entre los/as implicados/as, en la reflexión permanente y viva sobre medios y fines, y en un planteamiento de autodefensa solidaria de los/as oprimidos/as contra lo que nos oprime. Coordinar esfuerzos en esa perspectiva a través de la comunicación directa y de acuerdos explícitos.
“Esto es, por tanto, un llamamiento a la unión y coordinación de todos los esfuerzos encaminados a la erradicación de la tortura ¡No podemos consentirla!” – Manifesto para una lucha contra las torturas y malos tratos desde las cárceles del Estado español.

Más información sobre la campaña en www.boletintokata.wordpress.com y sobre la tortura en España en www.prevenciontortura.org, www.stoptortura.com, www.salhaketa.org y “[Libro] Manual del Torturador Español”, reseña publicada en Todo Por Hacer nº 3 (abril 2011), www.todoporhacer.org

Extraído de alasbarricadas