Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

domingo, marzo 31

El experimento

Película: Das experiment (El experimento, basada en hechos reales)

Sinopsis: En el verano de 1971, unos investigadores de la Universidad de Stanford, subvencionados por la Armada de los Estados Unidos, se ponen al frente de un estudio de una ética . Con el gancho de un salario igualmente deplorable, 24 personas (mal consideradas "voluntarias" dada su condición de asalariadas) son sometidas a un experimento humano que adquirirá magnitudes terribles. En el marco de una prisión convencional, las primeras rejas cerrándose marcarán la línea que separará al grupo en dos: quienes quedan detrás de los barrotes y aquellxs que poseen las llaves y las armas bajo las que encerrarles. Las repercusiones que esta división de roles tendrá en cada unx de lxs afectadxs no son más que el espejo alarmante de los efectos que, día a día, tienen sobre nosotrxs mismxs todos los roles que se nos impone desde esta sociedad.

jueves, marzo 28

Clase media, partitocracia y fascismo

El tema de la partitocracia no ha sido seriamente estudiado ni por la sociología académica ni por la crítica “antifascista” del parlamentarismo moderno, y eso a pesar de que la crisis de los regímenes autoproclamados democráticos haya desvelado su realidad específica en tanto que sistema autoritario con apariencias liberales donde los partidos, y mucho más sus cúpulas, se abrogan la representación de la voluntad popular a fin de legitimar su acción y sus excesos en defensa de sus intereses particulares. No debe de extrañar el hecho, pues al igual que sucedió con la burocracia de partido único en los regímenes estalinistas y fascistas, la clase política conformada por la partitocracia existe en la medida que oculta su existencia como clase. Como apunta Debord, “la mentira ideológica de su origen jamás puede revelarse.” Su existencia como clase depende del monopolio de la ideología, leninista o fascista en un caso, democrática en el otro. Si la clase burocrática del capitalismo de Estado disimulaba su función de clase explotadora presentándose como “partido del proletariado” o “partido de la nación y la raza”, la clase partitocrática del capitalismo de Mercado lo hace exhibiéndose como “representante de millones de electores”, y por lo tanto, si la dictadura burocrática era el “socialismo real”, la suplantación partitocrática de la soberanía popular es la “democracia real”. La primera ha tratado de apuntalarse con la abundancia de espectáculos rituales y sacrificios; la segunda lo ha hecho con la abundancia de viviendas y de crédito para poseerlas. Sendas abundancias han fracasado.

Para comprender el fenómeno de la partitocracia hay que remontarse a sus orígenes históricos, cuando el caciquismo deja de ser operativo debido a la pérdida de poder de las oligarquías locales en favor del Estado. En un momento determinado de desarrollo capitalista, aquél en el que la burocratización juega un rol central en la historia, la administración partidista sustituye al paternalismo de los terratenientes y de la alta burguesía. El susodicho fenómeno hay que enmarcarlo entre la degeneración extrema del parlamentarismo, la concentración del capital, la degradación de las organizaciones obreras, la expansión del Estado y la profesionalización total de la política, hechos intensificados en la posguerra mundial. Podíamos también aludir a los vaivenes imperialistas, a la guerra fría, al “eurocomunismo”, a los procesos de modernización tecnológica y a la crisis energética, como otros tantos condicionantes de la fusión de la política, el Estado y el capitalismo nacional. Pero la patrimonialización del Estado por una clase política no alcanza su cenit y, por lo tanto, no desempeña un papel crucial, más que cuando proclama como objetivo único el crecimiento de la economía autónoma, es decir, el abandono del nacionalismo económico en pro del desarrollo mundial del Mercado

Entonces la clase política, apoyada en una extensa clientela creada con fondos y empleos públicos, se convierte en parte de la clase dominante. En una nueva burguesía, si se quiere. No es una clase subalterna, ni es toda clase dirigente (salvo en China); tampoco se trata de una clase nacional. Precisamente, cuando se internacionaliza deviene un elemento fundamental en las relaciones de producción impuestas por la globalización financiera. La partitocracia suprime la contradicción entre intereses nacionales e intereses globales al recrear en todas partes las mismas condiciones políticas óptimas para la expansión de la economía; por un lado, forjando al mismo tiempo una extensa red clientelar; por el otro, desactivando las protestas que emanan de la sociedad civil y aportando la violencia institucional allí donde falla la violencia económica. La economía no funciona sin el orden, y la partitocracia es, si no exactamente el orden, es un desorden que funciona en beneficio de la economía. Es el desorden establecido.
 
Bien que en un caso estamos ante un sistema abierto y competitivo que utiliza procedimientos electorales y, en el otro, ante un sistema cerrado y rígidamente jerarquizado donde los nombramientos no necesitan legitimación pública, en los últimos tiempos no es raro la comparación, incluso la asimilación, de la partitocracia con el fascismo. Ambas son formas autoritarias de gobierno que surgen tras los retrocesos y derrotas del proletariado, en el subsiguiente proceso de masificación y desclasamiento que dará lugar a una nueva clase media conformista y aquiescente. Las dos nacionalizan bancos en ruina y tienen un momento “plebeyo” inicial que estipula el “derecho al trabajo” y al “bienestar”, bien apuntalando determinados sindicatos o bien creándolos ad hoc para usarlos como interlocutores, momento que finaliza tan pronto como la clase obrera es domesticada y disuelta. La conversión del proletariado en una infantería pasiva de los sindicatos institucionales, sin ninguna conciencia de clase ni deseo de transformación social, es fundamental para la puesta en marcha de contrarreformas laborales; después se pedirán esfuerzos depauperadores a las clases medias. Fascismo y partitocracia basan su éxito en someter los antagonismos sociales al mito del Estado, pero donde hay Estado, la libertad está supeditada a la Razón de Estado, o sea que no existe. Por eso la clase política ha de consolidar y conservar su status suprimiendo los fundamentos liberales que la habían hecho posible. Se empeña en que la sociedad civil proletarizada no se constituya al margen del sistema y le dispute espacios, pero bajo el fascismo, en tanto que defensa extremista de la economía, se recurre a la brutalización de la vida pública, mientras que bajo el sistema parlamentario de partidos, en tanto que defensa modernizante, se emplea de preferencia la seducción consumista y la corrupción. Las dos maneras son respuestas costosas a la crisis capitalista puesto que necesitan mantener una creciente población improductiva que lleve a cabo una renovación, una movilización y un trasvase de recursos fuera del alcance del Mercado. Pero el fascismo es una respuesta arcaica y dura, y la partitocracia, una respuesta más envolvente y racionalizada. Son maneras de organización política del gran capital, diferentes de los regímenes antiguamente llamados “bonapartistas” -haciendo referencia a la dictadura populista implantada en Francia tras una victoria electoral por Luis Napoleón, como el del mariscal Pétain, también en Francia, el del general Perón en Argentina o el chavismo. Partitocracia y fascismo poseen una base social concreta, la pequeña burguesía, los empleados y el proletariado desclasado en el segundo, y la clase media asalariada y los obreros sindicalmente amaestrados en el primero.
 
La psicosis colectiva generada por la ausencia de ideales de clase, la desmoralización y el miedo a la crisis, hacen que dicha base crea en milagros, y se disponga a someterse, no sin patalear, a toda clase de medidas restrictivas. El desastre de la globalización hace que la dominación reclame una economía de guerra. Y aquí comienzan las diferencias: el fascismo se produce en un marco nacional, de ahí sus planes autárquicos, las empresas mixtas, los trabajos públicos como solución del paro y su nacionalismo expansionista. La partitocracia se desarrolla en un contexto neoliberal, por lo que su planificación nacional obedece las directrices económicas del capital internacional y su política exterior se supedita a la estrategia diplomático militar del gran Estado gendarme del capitalismo, los Estados Unidos de América. De ahí sus planes de infraestructuras, los consorcios mixtos de las metrópolis-empresa y el uso del “bienestar” como distribución discriminatoria de favores clientelares. Al contrario de lo que sucede con el fascismo, en la partitocracia la utilización del aparato burocrático con fines privados está descentralizada; ocurre en cualquier nivel de la administración y no solamente en las altas esferas ministeriales. La partitocracia no necesita estatizar ningún medio de producción, aunque sí puede darse el caso de intervenir en los medios financieros, pero siempre más en pro de los fondos de inversión internacionales que para salvar la empresa o la propiedad privada autóctona. Se mueve siempre en la esfera de intereses que superan a los estatales y locales, aunque no los anulen puesto que son los de su parroquia. Cierto es que se sirve del miedo como instrumento de gobierno, pero no para imponer una política de terror, sino una política de resignación. Para la partitocracia, los terroristas son los otros, sus enemigos violentos o tranquilos que intentan reconstruir la sociedad civil desde la disidencia, y se emplea a fondo con ellos, aunque en condiciones normales prefiera disolver los antagonismos de clase en lugar de criminalizarlos y aplastarlos, escogiendo la compra de líderes por cooptación al uso de la fuerza, y la tecnovigilancia al internamiento político. El fascismo no admite la excepción, mientras que la partitocracia tolera minorías hostiles con tal de que no se vuelvan problemáticas. La comunidad ilusoria definida por el fascismo de la que hay que formar parte por la fuerza es la de la raza o la nación que necesita un espacio vital, mientras que la comunidad partitocrática es la ciudadanía votante que completa sus necesidades espaciales con el turismo. Carece del gran problema de las dictaduras terroristas de partido único, que es la guerra contra las naciones vecinas. En virtud de los tratados internacionales que establecen la circulación libre de capitales, la expansión de la economía nacional no choca con aranceles ni barreras aduaneras, pudiéndose extender y hasta deslocalizar por el mundo sin necesidad de operaciones bélicas, salvo las exigidas por el control de las fuentes de energía. En consecuencia, las políticas “de defensa” de los sistemas partitocráticos no agotan las reservas nacionales en la fabricación de armamentos, ni condenan al hambre a la población sometida (como pasaba por ejemplo en la URSS y pasa hoy en Corea del Norte.) Tampoco la torturan con discursos y constantes manifestaciones de adhesión: la publicidad de la mercancía es más eficaz a la hora de la movilización que la ideología. Por eso los fascismos y totalitarismos han resultado fallidos casi siempre y se han desmoronado víctimas de sus insuperables contradicciones. Con frecuencia has sido sustituidos por regímenes partitocráticos más o menos imperfectos, es decir, más o menos mafiosos, según la presencia débil o fuerte de mecanismos reguladores, e inversamente, según la presencia fuerte o débil del personal del régimen anterior. Alemania, Suecia o el Reino Unido podrían ser ejemplos de partitocracias autorreguladas, y España, Italia o Rusia, de partitocracias corruptas. Tal reconversión se ha aprovechado de la derrota definitiva del proletariado revolucionario, nunca compensada con nuevos avances que reanimaran la discusión y el debate social e hicieran posible el retorno de un movimiento obrero radical e independiente.
 
Podemos aceptar que la partitocracia no es fascismo, aunque se asemeje a él en algunos aspectos -sobre todo en la forma bipartidista- pero es más cierto que tampoco es democracia, ni siquiera “democracia enferma”: en ella no existe separación de poderes, ni debate público, ni control, ni mecanismos formadores de la opinión. Es un tipo moderno de oligarquía desarrollista que funciona bien sin crisis. Las partitocracias se ven cuestionadas por su base social debido a que su supeditación al sistema financiero la perjudica, pero no hasta el punto de apelar a procedimientos revolucionarios, ya que su iniciativa no va más allá de la reforma electoral, del control de la Banca y de la demanda de inversiones. Las clases medias descontentas no rechazan el sistema partitocrático, simplemente exigen unos partidos más acordes con sus intereses y un Estado más keynesiano que solucione el problema del paro y del crédito; por consiguiente, sus armas siguen siendo la recogida de firmas, las movilizaciones por delegación, pacíficas y espaciadas, los votos y los recursos ante los tribunales. Así pues, las clases medias (entre las que cabría el proletariado inconsciente, disperso y desmoralizado) no persiguen un enfrentamiento con las instituciones partitocráticas, sino una mayor apertura de las mismas a un frente de terceros partidos y asociaciones. Una bautizada “democracia participativa.” Quieren estar correctamente representadas en el régimen, por lo que mojarán la pólvora para que no explote. No obstante, cuando las instituciones dejan de funcionar por un exceso de endeudamiento, fruto de la corrupción o de una simple mala gestión prolongada, se produce esa circunstancial desafeccción que, al aislar a la clase política –la cual, no lo olvidemos, incluye a la burocracia obrera- obliga la partitocracia a endurecerse aproximándola al fascismo, y más con el temor que inspira una verdadera oposición “antisistema”. Pero su instinto de supervivencia hace que no apacigüe el descontento limitándose a la legislación punitiva y las fuerzas antidisturbios, y haga leña de cualquier madera: los partidos y sindicatos alternativos, las coaliciones electorales y las plataformas cívicas, los movimientos sociales y vecinales. Así, uno se duerme en una asamblea de “indignados” y se despierta votando a Izquierda Unida o a Los Verdes. Y mientras tanto, la clase política, el verdadero Partido del Estado, salva su modus vivendi, o como ella lo llama, la “gobernabilidad”, gracias a una complicación pasajera del mapa político y unas puertas entreabiertas a la participación “transversal”.
 
La partitocracia se consolidó por el apoyo de las clases medias, que gustan de autodenominarse “ciudadanía”, pero no se corresponde con el gobierno de dichas clases; es, por el contrario, el gobierno absoluto del capital globalizado. Al estar demasiado fragmentadas, las clases medias son incapaces de una política independiente y, tanto en épocas de bonanza como en épocas de crisis, se acomodan con las políticas desarrollistas que marcan los dirigentes de la alta burguesía ejecutiva. Pero algo han de decir cuando sus intereses son echados por la borda. La protesta ciudadana, de la que el izquierdismo vanguardista no es más que una versión arcaizante, es su manera de manifestar el desencanto con los “políticos” y los parlamentos. Que no espere nadie ver transformarse las reivindicaciones “democráticas” consabidas en reivindicaciones socialistas. Que tampoco nadie espere encontrar en las propuestas ecologistas una defensa del territorio. No se piden más que reformas; sin embargo, la partitocracia no puede reformarse, sólo cabe derribarla, y eso es precisamente a lo que las clases medias no se atreven. No está en su naturaleza. Si se concentraran fuerzas históricas suficientes para destruirla, es decir, si se profundizara la crisis social hasta la ruptura, una parte de la clase media las seguiría, mientras que la otra abrazaría la dictadura o el fascismo y, entonces, el comunismo o socialismo revolucionario se jugaría a doble o nada. Por desgracia, como lo demuestra la ausencia de mecanismos populares de autoorganización, esas fuerzas no existen.
 
Cualquier análisis serio de la partitocracia debe tener en cuenta las relaciones entre la clase dominante, incluida la clase política, las clases medias y los movimientos contrarios al sistema. La clase dirigente debe asegurar la conexión con las clases medias mediante el Partido del Estado, neutralizando cualquier oposición resuelta que se forme directamente desde la contestación social. Si ello no sucediera y las protestas se convirtieran en revueltas, la clase dominante abandonaría los métodos pacíficos y conservadores en pro de tácticas propias de la guerra civil, acallándose los lamentos ciudadanistas y transformándose la clase política en partido unificado del orden. Cuando la clase dominante entra en conflicto con la democracia parlamentaria formal tratará de salir mediante leyes de excepción y estados de sitio encubiertos, como ha venido haciendo hasta ahora. Esa es la verdadera función de la clase política y la burocracia obrerista en momentos de crisis aguda. La clase política o Partido del Estado está para hacer innecesario el siempre arriesgado recurso al golpe militar o al fascismo, pues ella ha de bastarse y sobrarse para hacer de gendarme del capital mundial manteniendo las mínimas apariencias de legitimidad parlamentaria. Conviene repetir que las clases medias no constituyen exactamente una clase, sino un agregado variopinto de fragmentos sociales, maleable y versátil, por lo que están condenadas a seguir siendo hasta el fin una herramienta del capitalismo. No pueden escapar a las alianzas de emergencia con la clase dominante, puesto que necesitan una “dirección” y no hay otra clase capaz de dársela. Por otra parte, las clases medias temen más a la anarquía popular, a la violencia de masas, al anticapitalismo o al desmantelamiento del Estado, que a los impuestos, a los recortes o a las privatizaciones. 

Están irritadas con los políticos, con el parlamento y con el gobierno, pero todavía creen en los jueces, en la prensa, en los funcionarios y las ONGs, en la sanidad y la enseñanza públicas, en la ciencia y el progreso. Están sentadas sobre dos sillas inestables, pero ante una alternativa demasiado pronunciada se aferrarán a los tópicos ciudadanistas del orden antes que aventurarse por los inciertos caminos de la revolución social. No será así en todos los casos, pero sí en la mayoría. Al menos en un principio, cuando la clase dominante y el sistema partitocrático tengan las de ganar. Su papel histórico es subalterno, nunca determinante. El sujeto subversivo no surgirá de ellas, ni encontrará en ellas sus ilusiones y su ser. Hemos apuntado la posibilidad de que de la plena descomposición del capitalismo pueda emerger una clase “peligrosa” dispuesta a cambiar la sociedad de arriba abajo y a eliminar el régimen político imperante. Esta clase negativa habrá de rechazar la ideología ciudadanista tanto como la política profesional mistificadora que hacen los partidos, pues su condición de existencia impone una estrategia disolvente y un proceder independiente e igualitario. Si eso llega a suceder, la cuestión de la clase media se resolverá por sí sola.
 
Es muy difícil pensar estratégicamente después de una serie de derrotas decisivas. Los nuevos rebeldes persisten en ignorar la derrota de sus predecesores, pues cuanto mayor ha sido la destrucción del medio obrero y el progreso de la domesticación, mayor es la desorientación y la impotencia en vislumbrar una nueva perspectiva. La historia social registra un gran número de derrotas suplementarias como resultado de una mala evaluación de la derrota principal, en este caso la del proletariado en los sesenta y setenta, empeorada con los intentos de ocultarla o de ignorarla. Tampoco parece que influyan las transformaciones del capitalismo provocadas por la globalización, la crisis energética o la urbanización generalizada. En la guerra social este tipo de comportamiento lleva a la aniquilación de fuerzas, al compromiso efímero y al sectarismo vanguardista y aventurero. 

Resulta paradójico que quienes más partidarios son de una memoria histórica completa sean los más desmemoriados. Y que quienes se autodenominan la pesadilla del poder no sean más que la facción indisciplinada y extremista de las clases medias en ebullición. A lo largo de la historia las crisis sociales han conducido a situaciones explosivas, pero en una atmósfera de confusión y en ausencia de una conciencia clara, las crisis solamente agravan el proceso de descomposición. La mentalidad nihilista y el oportunismo ocupan el lugar de la conciencia de clase, trabajando contra la formación de un sujeto revolucionario, y fomentando subsidiariamente en las masas oprimidas sentimientos de frustración y de indiferencia. En los medios superficialmente contestatarios faltan análisis serios que destapen las raíces de la cuestión social. El atroz contraste con la realidad tozuda y triste de los ridículos tacticismos obreristas e insurreccionalistas, por no hablar de los todavía más penosos montajes lúdicos o estéticos, induce a la pasividad, no a la radicalización. No puede haber radicalización sin toma de conciencia, y no hay toma que valga si no se ha evaluado críticamente el pasado. Solamente con buenas intenciones, rabia y escenografías no se va a ninguna parte. Desgraciadamente estamos en los comienzos de una revisión crítica. El capitalismo continúa venciendo sin encontrar demasiada resistencia. Y el bando de los vencidos continúa sufriendo las consecuencias no asimiladas de sus derrotas.

 
 
Miguel Amorós
http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/23465

lunes, marzo 25

A Tornallom

A Tornallom es el nombre de un documental que narra la lucha que en La Punta llevaron a cabo jóvenes llegados de la ciudad y vecinos de toda la vida en defensa de la huerta.

La Punta, zona de huerta situada al sur de la ciudad de Valencia, entre las poblaciones de Nazaret y Pinedo. Declarada en el año 1987 Zona Agrícola de Especial Protección.

En el año 1993, l@s vecin@s se enteran de la ZAL, un proyecto de expansión del Puerto que amenaza su territorio. Se organizan creando una asociación vecinal La Unificadora y deciden luchar por permanecer en su tierra y preservar su forma de vida.

En el año 2000, el vecindario ofrece unas pocas casas que habían quedado vacías a gente joven de diferentes colectivos de la ciudad, para que las okupen y participen en la vida de la huerta.

Entre septiembre del 2002 y marzo del 2003, se llevan a cabo la mayor parte de los desalojos y derribos de las casas de La Punta para ejecutar la ZAL. L@s vecin@s tuvieron que buscarse pisos de alquiler, pues las casas previstas para el realojo de los afectados ni siquiera se habían comenzado a construir.

Han pasado ya 3 años y las casas de retorno todavía no están adjudicadas, ni se han construido en cantidad suficiente.

Esperamos que este documental sirva para mantener la memoria de La Punta, como denuncia de la actitud irrespetuosa de la Administración hacia la cultura y las personas y como herramienta de reflexión, discusión y movilización.

viernes, marzo 22

Negra flama. Poesía antagonista en el estado español

"Negra Flama: poesía antagonista en el estado español" es una antología de cincuenta poetas con distintas propuestas estéticas, pero que conciben la poesía de una manera común, al cabo como una manera de vivir en pie, sin miedo a las ruinas. Más allá de reduccionismos, Negra flama es mucho más que una antología de poesía crítica o de la poesía de la conciencia. Entre los poetas seleccionados y que han tenido a bien colaborar con nosotros, hay poetas de sobrado prestigio y reconocimiento público como Jorge Riechmann, David González, Antonio Orihuela o Isabel Bono, pero también están presentes otros poetas, jóvenes y mayores, prácticamente desconocidos y que merecen estar en esta antología.


Apenas ha pasado una semana desde que nos llegaran los ejemplares de Negra flama y ya nos han llegado bastantes peticiones. Como somos primerizos en esto de la edición, hay cosas que vamos aprendiendo con el tiempo y que intentamos mejorar paso a paso. 
Al lío. Negra flama: poesía antagonista en el estado español, cuenta con la colaboración de 50 autores. Cada uno de ellos ha contribuido con dos poemas. La antología ha sido editada finalmente por la CNT de Jaén y los beneficios iran destinados a la autogestión de la organización libertaria, que, como sabéis, no recibe subvenciones del estado y solo se financia con las cuotas de sus afiliados y las actividades pro-autogestión que organiza.
El precio de venta al público es de 5 euros y se pueden hacer pedidos a este correo electrónico ateneocntjaen@gmail.com Los gastos de envío se pueden pagar a medias y ya te diremos cómo nos puedes hacer llegar el dinero. Si no tienes pelas para pagarte tu ejemplar, ponte en contacto con nosotros y ya veremos cómo puedes hacerte con él. Se pueden intercambiar libros u otras formas de pago que fomenten la circulación de Negra flama y, por tanto, que la antología sea conocida cada vez por más lectores. Eso es algo que beneficia nos beneficia a todos.
El objetivo a medio plazo es garantizar la venta de la primera tirada, con el objetivo de realizar una segunda reimpresión que corrija algunas erratas, nos asegure una mejor distribución y nos permita ir bien servidos al encuentro Voces del extremo de este año, donde esperamos distribuir la antología entre autores y lectores.
Para finalizar, os pedimos paciencia con el tema de los envíos y la distribución en librerías. La idea es organizar unas cuantas presentaciones en distintos puntos del estado y que el libro se pueda comprar en librerías y distribuidoras afines dentro de unas semanas. Daremos buena cuenta de ello.
Hazte eco de esta entrada si lo estimas oportuno. Así también colaboras. 

martes, marzo 19

El ímpetu de las ideas

En recuerdo de los "incontrolados" Progreso Ródenas, Félix Martínez y Eleuterio Roig, miembros fundadores de Los Amigos de Durruti

Con los trabajos que van en este folleto -las biografías de tres anarquistas implicados en la revolución española, en sus prolegómenos y en sus posteriores consecuencias- se pretende no sólo reivindicar y dignificar la experiencia de lucha llevada a cabo por ellos, sino dar a conocer la diversidad y amplitud de vidas que lo dieron todo por la libertad y por la destrucción del Estado, enfrentándose con toda su pasión tanto a los enemigos declarados de la revolución como a sus falsos amigos.

Ellos son tres de las muchas sombras que prepararon y alentaron la guerra social combatiendo al enemigo desde mucho antes del estallido revolucionario hasta después de haber sido sofocado y ya va siendo hora de recordar que fue gracias a gente corriente, a sus virtudes y a sus sacrificios, que se pudo plantear en la práctica el cambio revolucionario.

Félix Martínez, Progreso Ródenas y Eleuterio Roig fueron tres de los muchos que con la expropiación, el sabotaje y la pluma mantuvieron a raya al enemigo durante los años del pistolerismo, que salieron a la calle para derrotar a los militares en Julio, que crearon las milicias y combatieron a los fascistas por los montes, que denunciaron la reconstrucción republicana del Estado, criticando el giro contrarrevolucionario del gobierno en que participaban los propios dirigentes cenetistas, enfrentándose, en primer lugar, a la militarización de las milicias, abandonando las unidades militarizadas y no dudando en combatir con las mismas armas que habían empleado contra los fascistas a los enemigos de la revolución. La agrupación “Los Amigos de Durruti”, un grupo de afinidad de más de 5.000 miembros que ellos ayudaron a crear y cuyo fin era oponerse a las medidas contrarrevolucionarias, fue prohibida después de los sucesos de Mayo del 37 y sus miembros encarcelados, fusilados, perseguidos y dispersados.

Estos revolucionarios “incontrolados”, fueron tres de los muchos que, desautorizados además por la burocracia de la CNT, vieron terminar la guerra doblemente perseguidos -por un lado los fascistas y por otro los estalinistas y sus lacayos republicanos- y sufrieron las durezas del exilio implicándose en la resistencia contra los nazis y en las luchas por la supervivencia y la dignidad de los refugiados.

Sus vidas nos dejan como referente la perseverancia en la defensa de las prácticas revolucionarias y la incombustible pasión con la que se enfrentaron a unos tiempos difíciles con la rebeldía y los principios por delante.

sábado, marzo 16

Por qué algunos decimos ¡Abajo el trabajo!

Abajo el trabajo! es una consigna que viene escuchándose desde hace algún tiempo en espacios anarquistas y que, además de a una pobre comprensión, está dando lugar a no pocas controversias. No es mi intención ahora polemizar, ni tampoco buscar el origen ni los porqués de que a algunos esta frase les resulte tan indigesta, tanto es así, que a veces parece que rozara lo personal, al menos así hace pensarlo la seudo-crítica que provoca. Lejos de ello lo que pretendo más bien es dar mi subjetiva y parcial opinión de porqué dentro del contexto de una lucha anárquica, revolucionaria e insurreccionalista, esta consigna es completamente coherente con el todo común de un enfrentamiento irrecuperable y sin pretensiones reformistas con la mega-estructura del dominio.
No debe por tanto verse en ella una alternativa parcial, como tampoco ha de buscarse una de esas tácticas de viejo y nuevo cuño que reduciéndose a lo sectorial y específico llevan directamente al reformismo de lo irreformable y al posibilismo, realidad en la que se encuentran hoy inmersos la mayoría de los antiguos revolucionarios. En oposición a ello, algo por lo que hoy, igual que siempre, sólo pueden apostar los charlatanes digeridos por el dominio, la negativa al trabajo es posicionarse en el frente de la lucha que cuestiona y ataca en su raíz a la lógica de la opresión y la explotación, o en otras palabras, es unirse a una lucha colectiva cuyo fin último solo puede ser la erradicación de las causas primeras y agentes explotadores, algo que jamás puede pasar por estrategias que refuercen el sistema aunque sea de forma "opositora".
Lejos de ser una moda inconsistente o una nueva forma de nihilismo - como en ocasiones se ha criticado a quienes abogan por la objeción activa al trabajo - la línea de razonamiento que lleva a ella está tan asentada en nuestra percepción de la realidad como pudo estarlo, en la década de los 70, la negativa al trabajo de sectores disidentes de la sociedad norteamericana que se oponían a la guerra de Vietnam. O antes aún la acción de los ludditas que veían en la expansión de la máquina el embrión del perfeccionamiento de las técnicas de explotación y domesticación humanas. Algo asímismo en la línea del pensamiento de Etienne de la Boëtie cuando decía "... los tiranos más saquean, más exigen, más arruinan y destruyen mientras más se les entrega y más se les sirve, tanto más se fortalecen y se hacen tanto más fuertes y más ansiosos de aniquilar y destruir todo".
Pasadas unas décadas de estas percepciones y actitudes precursoras y consolidado el proceso acumulativo capitalista que se vislumbró en su origen, se hace evidente que la naturaleza de eso que algunos llaman progreso lleva aparejado un incremento del poder real de los privilegiados, ya no solo sobre el monopolio de los medios de producción y los mecanismos de enajenación del plusvalor producido - que ciertamente cada vez están más alejados y son menos accesibles a quienes producen la riqueza - sino sobre el mismo productor cada vez más cosificado y programado por el dominio en su salto hacia ese nuevo paradigma que, a falta de mejor palabra con que definirlo, se conoce como posmodernidad. Una nueva forma social, política, económica, jurídica y militar en la cual la creación de subjetividades acríticas, productoras y maleables está controlada por el dominio a través de un aparato instrumental que ha diseñado un nuevo ser humano que evoca lo que nos anticipara Adolf Huxley en su obra "Un mundo feliz". Un esclavo eficiente, competitivo, polivalente y sobretodo, feliz de ser explotado. Un siervo voluntario que se identifica con los valores espectaculares y virtuales que los MANGANTES del capitalismo ultra-desarrollado- ese criminal modo de explotación cuyo crecimiento constante y rentabilidad incrementan incesantemente los medios de la alienación - trasladan al interior de la población.
Son bastantes los análisis realizados por teóricos del post-colonialismo y la posmodernidad que nos describen diversas teorías de la conspiración, o los resultados del nuevo proceso de doma en lo social, económico, político e ideológico que nos han llevado a la casi total erradicación de la lucha de clases por la expeditiva vía de la disolución de la conciencia de clase y la asumición de postulados en los que explotadores y explotados se identifican en un proyecto común de "desarrollo y convivencia", posmoderna conciliación de intereses antagónicas tan falsa como la que el Estado moderno realizaba en su seno.
La condensación en el Estado siempre fue una quimera, como decía Kolakosky, "El Estado es órgano de dominio de clase, el puño de los explotadores puesto sobre la cabeza de los explotados" Por ello el "perfeccionamiento" y las constantes reformas de la antiguas estructuras - en su proceso de adaptación a las nuevas y cambiantes coyunturas - han llevado a los mangantes a concretar la falsa conciliación en el ámbito de lo ideológico y cultural que ahora se da en los mismos sujetos de la explotación.
Esta nueva coyuntura cualitativa del dominio, que difumina en forma espectacular los contornos de los intereses de clase, ha dejado perplejos a los llamados agentes sociales. Partidos políticos, sindicatos, plataformas y colectivos específicos de diversos colores y pelaje que se enmarcan en ese difícil de definir mundo de los colectivos sociales, ofrecen hoy "alternativas " que consisten en proponer formas de "desarrollo sostenible", deterioros "razonables y asumibles" del planeta y, claro está, puestos de trabajo "dignos" que a la par que a subsistir, permitan al consorcio mundial de mangantes continuar su desenfrenada carrera hacia el exterminio de la especie y la destrucción del planeta.
Todas estas alternativas falaces tienen un común denominador: la renuncia - explícita o implícita - a atacar en su raíz los cimientos de un sistema y un modo de explotación cuya existencia depende por entero de que se perpetúen las relaciones de producción y la injusticia. Usando la caduca terminología marxista-hegeliana, la clase explotada ha dejado de ser “para sí” al renunciar a las clásicas formas de organización y al enfrentamiento, quedando reducida a ese estadio anterior a la lucha de clases conocido como clase “en sí”, es decir, que aún existiendo como clase explotada, e incluso planteando unas reivindicaciones cada vez más tibias en lo económico, ya no constituye una fuerza desestructuradora del dominio en lo político al haber renunciado a una lucha de clase contra clase optando por la integración.
A la par que las consecuencias de una maquiavélica acción de los poderosos, podemos ver en ello no sólo el resultado de las tácticas y políticas de esas clases dirigentes y sindicales cada vez más desorientadas que, consciente o inconscientemente, se alinean como lacayos y bufones del dominio, sino también las funestas consecuencias de algunos de esos floridos discursos de las posmodernidad - innovadores monismos todos que niegan la existencia de las oposiciones binarias- con los que estalinistas reciclados nos azotan desde las cátedras de las universidades. Consustancial a todo ello es el desplazamiento de la preponderancia de lo social y lo político hacia lo ideológico - ahora ya asumible y compartido por todos - y la aparición de formas de clara reminiscencia feudal de corte militarista-hobbesiano, aunque ya no quepa hablar de coyuntura dominante en modo alguno cuando todas las estructuras se funden sin preponderancia en un campo de inmanencia.
Pero no llegaremos muy lejos si nos limitamos a describir los efectos sin atacar las causas, ni caben lecturas “positivas” - como las que nos ofrecen algunos antiguos estalinistas - para quienes la multitud de los pobres ha de actuar desde dentro del sistema, con la fuerza que le otorga su capacidad y deseo de producir, pero de una forma tan indeterminada como difícil es que así se pueda cuestionar jamás la cada vez más compleja maquinaria de la explotación. Tales opiniones solo son una evolución darwinista de la más rancia y apestosa tradición reformista, llegada a la patética tesitura de no tener nada que reformar.

Admitimos sin embargo de estos análisis como un hecho cierto que la sociedad actual se encamina a pasos acelerados a la culminación del proceso en el que se realice la síntesis de soberanía y capital, algo cuya consecuencia solo puede ser la consolidación de un nuevo aparato trascendente de autoridad que despliegue su poder sobre todos los niveles de la sociedad. Un “perfeccionamiento” por tanto de los caducos sistemas trascendentes que en el Estado feudal elevaban por encima de la población para someterla al mito de dios - como luego fueron elevados otros conceptos míticos tales como el Estado de Derecho, la unidad de destino en lo universal, o la dictadura socialista del proletariado - trascendencias todas cuya finalidad fue siempre la conservación del Estado y la perpetuación de la explotación pudiendo variar las formas pero jamás su naturaleza.

Tampoco ha cambiado en el paradigma actual la naturaleza del dominio, pero la novedad consiste en que este ya no otorga al dios en la tierra hobbesiano - el aparato policiaco-militar - el monopolio de la disciplina. Este conserva parte de su función en la corrección a posteriori de las piezas defectuosas que produce la fábrica social del sistema - gobiernos díscolos, revolucionarios y malos productores - pero siglos de historia han enseñado a los mangantes que les es más útil la ilusión de una falsa libertad que la clara represión. Despliega por tanto el dominio un extenso aparato que une en una misma matriz tanto a la fuerza represiva tradicional - profesionalizada y tecnificada junto a numerosas empresas de seguridad privada - unida a un aparato “civil” formado por los medios de desinformación, el mundo de la cultura, agentes políticos, ideológicos, religiosos, sindicales y todo tipo de mediadores que son los encargados de inculcar en el interior de las subjetividades los antiguos y nuevos valores trascendentes de los que depende la existencia del dominio.
Un auténtico mundo de Orwell en el que conceptos utilitaristas tales como productividad, rentabilidad, competitividad y consenso se concretan - convertidos ahora en nuevos figuras míticas trascendentes - en el mismo interior de la subjetividades de la multitud de los pobres, en un diabólico proceso de transmutación de abstractos valores mercantiles y financieros que dimanan de la mesas del Banco Mundial, el F.M.I. y demás consorcios de mangantes.
Esto es algo que solo puede llevarse a cabo con una profunda reestructuración de la economía. Para que pueda suceder, al dominio le es preciso un desplazamiento de los sectores productivos hacia el terciario - o al cuaternario del que hablan algunos economistas - del que forman parte el gran número de agentes domesticadores y represores al servicio de la explotación. El sector primario y el secundario ya no deben cargar solo a sus espaldas con los parásitos de siempre, ahora han de hacerlo también con la nueva legión de esbirros y lacayos que proliferan como las setas en todos los estratos de la sociedad, para lo cual los sectores productivos han de multiplicar su rendimiento y su eficacia constantemente mediante una frenética experimentación, innovación y rentabilización, que permita a los mangantes paliar el salto sobre el punto de rendimientos decrecientes de la curva de su economía global.
Esto supone que el dominio pasa a ser directamente dependiente del “éxito” en una economía muy inestable, para lo cual ha de multiplicar su esfuerzo en el desarrollo de nuevas tecnologías y el perfeccionamiento de sistemas productivos que le permitan - a pesar del gran lastre social y económico - mantenerse próximo a esos ideales cuatro puntos porcentuales al año de crecimiento que exige una economía que se ha convertido en un monstruo autónomo e imparable.
El planeta y la especie humana pagan las consecuencias de ello - nadie ha de hacerse falsas ilusiones al respecto pues ni los mismos mangantes son capaces ya de poner freno a esta máquina de movimiento continuo que han creado - pero no es menos cierto que toda esta mega-estructura depende de la rentabilización de toda la fuerza de trabajo como no había estado condicionado jamás ningún modo de producción en toda la historia. Cualquier descenso en el crecimiento insostenible, provenga de donde provenga la causa, pone en peligro la conservación de todo el sistema si va más allá de los límites del crecimiento cero durante un periodo de tiempo mantenido.
Han quedado obsoletas técnicas como mantener en el paro a grandes bolsas de población, ni es posible especular con fronteras cada vez más difusas en lo económico donde realizar el plusvalor de la producción. La supervivencia del sistema pasa inexcusablemente por emplear, exhaustiva e intensivamente, toda fuerza de trabajo disponible y esto es algo que abre nuevas posibilidades a la multitud de los pobres no para especular con la aportación de la fuerza de trabajo, sino para sustraerla provocando así un colapso en la raíz del sistema.
Visto desde esta perspectiva se puede afirmar que las armas para la revolución de los pobres sí están en sus manos, pues son la misma fuerza de trabajo de cada uno, pero lejos de toda opción que solo puede pretender ser reformista - cuando ya ni cabe hablar de reforma - una actitud revolucionaria y de lucha es no darla, negarse activamente a facilitar al dominio los medios que precisa para salvar sus contradicciones.
Dicho esto sin la menor intención ni razón de hacer apología de la vagancia, contra-argumento simplista este que algunos oponen. Está claro que no podemos vivir sin trabajar a menos que asumamos el riesgo de vivir por entero de la expropiación, al igual que sabemos que no vivimos aún en el mundo que deseamos, sino en otro que es una inmensa fábrica, por eso también ha de entenderse que cuando decimos ¡abajo el trabajo! estamos hablando de él en términos generales y de ahí asimismo la ausencia de matización en referirse al trabajo asalariado o supuestamente autónomo y alternativo. Esto supone, en lo particular y en la práctica, no trabajar más de lo indispensable para vivir. Tener un consumo más racional y moderado que nos exija trabajar menos. Buscar opciones alternativas en alimentación, vestido, vivienda, transporte, etc., - entiéndase expropiación, okupación y pirateo en general - que reduzcan nuestras necesidades económicas a la mínima expresión y a la par nos hagan gravosos para la economía de los mangantes.
En otras palabras, un boicot continuo a la fábrica-mundo en que vivimos unido a prácticas tan saludables como el absentismo, el sabotaje, la agitación armada y cualquier opción elegida cuyo fin sea dar satisfacción a la propia vida y poner palos en los engranajes de la máquina hasta su destrucción.
Llevado así a la práctica el rechazo al trabajo, me parece inobjetable que estamos realizando la premisa fundamental de cualquier lucha: causar un daño irrecuperable al enemigo en el aparato motriz de su máquina. Es por tanto un arma de lucha para alcanzar nuestro fin, la anarquía, para lo cual siendo rigurosos en el análisis de la realidad que nos circunda, está claro que previamente hemos de causar una recesión económica y productiva, única forma que tenemos en la actualidad de desestructurar el sistema al cortarle los flujos de su conservación.
Pienso por ello que nadie con un sincero sentimiento revolucionario ha de sentir ofendida su razón de ser cuando escuche: ¡abajo el trabajo!. No nos engañemos, no hay orgullo obrero, tan solo miseria. Hoy más que nunca, es en campos y fábricas donde se labran y forjan nuestras cadenas.

SALUD, BOIKOT Y ANARKÍA.
Desde el Engranaje de la Máquina.
Joaquín, octubre 2004.

miércoles, marzo 13

El yo, sin fe ni ley

Por LIONEL RICHARD*

En su obra El Único y su propiedad, manual de rebelión contra todo Estado, toda sociedad y toda forma de autoridad, Max Stirner hace del Yo la medida de todas las cosas, un Único superior a todos los ideales.

Suponiendo que se pueda denominar nihilista a quien no tan solamente afirma no tener ni dios ni amo, sino que se consagra a la destrucción de todos los sistemas sociales que según presume aniquilan al individuo, y ello fundando su acción en la constatación de que toda la existencia humana está cercenada por el no ser, la nada, Max Stirner, filósofo del individualismo anarquista, merece entonces tal calificación aunque nunca la hubiese reclamado.

¿Pero, de quién se trata? De un hombre, un alemán, que tenía una frente inmensa, muy alta. Y como la palabra «frente» se dice en alemán Stirn, sus condiscípulos le pusieron en plan de chanza el sobrenombre de Stirner. Rápidamente lo reivindicó, publicando con ese nombre, en 1844, la obra que debió tener un éxito efímero en su momento, pero que no siempre fue bien comprendida y que la valdría, medio siglo más tarde, una fama universal: El Único y su propiedad. En el silencio y la miseria, estaba desaparecido desde 1856, a los 50 años, y ya no podía, pues, responder a quienes basan ahora en sus escritos «el individualismo anarquista.»

La formación de Johann Kaspar Schmidt, nacido en Bayreuth, en Baviera, está lejos de ser la de un filósofo clásico. Después de haber perdido muy pronto a su padre, un fabricante de flautas, tiene una infancia solitaria, abandonado por su madre que se había vuelto a casar. Sin embargo logra acceder a la Universidad. Sigue en Berlín los cursos de Hegel, logra superar el examen que le permite dedicarse a la docencia en las escuelas prusianas, pero fracasa en el Doctorado. Frecuenta los círculos intelectuales socializantes en la propiedad de una lechería-vaquería, que se arruina, pasando por el cargo de profesor en una escuela de señoritas, de donde fue despedido al cabo de cinco años, un primer matrimonio del que enviudó y un segundo que lo llevó al divorcio, su vida delicada y burguesa fue muy desahogada.

Una sublevación del Yo

¿Cómo la rebeldía antisocial no era de su naturaleza? El Único y su propiedad es un manual de revuelta contra todo Estado, contra toda sociedad. Revuelta, y no revolución: derribar las instituciones para crear otras nuevas. La revuelta, en cambio, no es más que la sublevación del Yo y desvinculación del orden social. El Yo siempre es sacrificado a las necesidades de la colectividad organizada. Es, pues, necesario, regresar al Yo en su originalidad más extrema, en lo que le es propio: «Es verdad lo que es Único, es falso lo que no me pertenece y son falsos la sociedad y el Estado, a quienes das tu fuerza y que te explotan.»

A cada doctrina (religiosa, política o filosófica) en situación de fuerza en la sociedad alemana de la época, opone Stirner una crítica radical. Se enfrenta al cristianismo y a su sistema jerárquico, en la medida que el catolicismo desarrolla la obediencia a los dogmas, a la moral, y que el protestantismo hace lo propio con la servidumbre interior. Denuncia el liberalismo burgués que no propone la libre expansión de la personalidad, sino su sumisión a la soberanía de la razón. La libertad política de la cual se reclama ese liberalismo no es más, en su opinión, que la sujeción del individuo al Estado y a las leyes del Estado. Rechaza el universalismo de Hegel, el materialismo de Feuerbach, el comunismo de Weitling, el anarquismo de Proudhon. Es hostil a todo partido y a todo espíritu de partido.

En definitiva, ningún ideal es aceptable para Stirner, porque una gran idea, un sistema, una causa para defender, generan obligatoriamente sus maestros de escuela y sus curas. Consecuencia: el Yo y sus intereses egoístas, en el sentido en que corresponden auténticamente a las fuerzas que dirigen la personalidad, se ven forzados a desaparecer. Pero la causa del individuo no es la de Dios o la de lo humano, ni la de lo Verdadero, ni la de lo Justo ni la del Bien; su única causa es la de su Yo, su particularidad, el Único en él. ¿Plantea Stirner otra organización social que preservase al individuo de los vastos planes de doma a la que se ve sometido desde su nacimiento? Con seguridad condena al Estado burgués y su explotación de la clase obrera, ese «enemigo», del cual se pretende arrancar un «botín.» Indica incluso que bastaría que la clase obrera dejase de trabajar en provecho del Estado burgués y que considerase el producto de su trabajo como suyo para que el Estado burgués se viese perdido. Sugiere también que la asociación, o reunión, es la mejor forma de vida social, la particularidad del individuo debe ser preferida antes que su libertad. Pero, en el fondo, explica cómo ve las cosas, no recomienda nada, no apela a ninguna militancia. Único principio: «Para Mi nada existe por debajo de Mi.»

El Egoísmo mal comprendido, con el infundado parecido al «superhombre» de Nietzsche, han conducido las ideas de Stirner hacia una especie de aristocratismo anarquista, aunque él se había afirmado antes que nada como un negador y no había acumulado, al derribar todas las verdades instituidas, sino un amasijo de ruinas. El Único y su propiedad, escribió Victor Basch, es «la Biblia del Anarquismo individualista o del individualismo anarquista.» En 1930, en El movimiento libertario bajo la III República, Jean Grave, viejo militante de la Anarquía, apunta correctamente la perversión surgida con las ideas de Stirner: «Afirmar que el individuo sólo debe buscar su propio bien y no ocuparse más que de su propio desarrollo —tanto peor para quienes en su camino le sean un obstáculo— significa introducir, bajo el disfraz de la anarquía la teoría más ferozmente burguesa...»


LES COLLECTIONS DU MAGAZINE LITTERAIRE HORS-SÉRIE, N°10
«Le nihilisme. La tentation du néant de Diogène à Michel Houellebecq», pp.50-5.
 

  * Lionel Richard, profesor emérito de la Universidad de Picardía Julio Verne (Amiens).

domingo, marzo 10

Asamblea Antiespecista de Madrid

La asamblea Antiespecista de Madrid nace a finales de 2009 a raíz del interés de varias personas por unirse y empezar a moverse a nivel colectivo con la intención de dar a conocer la lucha antiespecista, el veganismo y la problemática que supone la explotación de animales no humanos. La asamblea la formamos personas muy dispares con trayectorias y pensamientos diferentes pero siempre partiendo de que nos queremos organizar de manera horizontal, no autoritaria y por supuesto antiespecista. El hecho de que la asamblea la formemos personas que vienen de ambientes y pensamientos diferentes nos ha hecho enriquecernos mutuamente y compartir las distintas maneras de trabajar. Aunque la asamblea no se defina políticamente si que en mayor o menor medida nos sentimos identificados/as con los pensamientos libertarios. Creemos además en la acción directa, entendida como actuar sin intermediarios/as ni mediadores/as. No pretendemos cambiar la legislación a favor de los animales, pues está más que comprobado, que confiar en leyes y políticos/as no sirve para nada. Fomentamos la autoorganización y creemos necesario que sean las personas de a pie las que cambien las cosas sin delegar en partidos.
Tampoco pretendemos fomentar una especie de “capitalismo vegano” en el que el consumo de productos siga siendo igual de brutal pero vegano, no queremos eso, pues no es algo deseable, creemos que el capitalismo es detestable, venga de donde venga. Tampoco creemos en el bienestarismo, esto es, mejores condiciones para los animales,  nos declaramos abolicionistas, porque no queremos una menor o mas “humana” forma de usar a los animales, queremos que los animales dejen de ser usados, sin condiciones. El fomentar medidas bienestaristas solo hace que se perpetúe la explotación de los animales, además de dar “el visto bueno” a su uso. Si nos plantamos frente a la explotación hay que hacerlo de raíz y con todo lo que conlleva.
Hemos creído necesario crear una asamblea Antiespecista porque vemos como día tras día y pasando inadvertido, los animales no humanos son explotados sistemáticamente para el beneficio de los/as humanos/as. Creemos en la liberación animal, porque todos los animales somos individuos con el mismo interés por vivir.

Dado que somos iguales no creemos que ningún animal deba ser explotado por los intereses de otros. Los/as humanos/as no somos superiores al resto de animales y es algo que tenemos que tener claro, pese a que la sociedad nos diga lo contrario. Estamos frente a un problema de autoridad, la que nosotros/as como humanos/as, ejercemos sobre el resto de animales por creerlos inferiores. Esto es el resultado del especismo, discriminar en función de la especie, al igual que ocurre con el sexismo (discriminar en función del sexo) o con el racismo (en función de la raza). A pesar de que todos/as somos animales, como unos pertenecemos a la llamada especie “superior”, ya creemos que nos da derecho para usar a las demás especies a nuestro antojo. Todos/as somos animales y todos/as tenemos que tener el mismo derecho a vivir nuestra vida en libertad.
Usamos animales como nosotros/as para todo: para alimentarnos, vestirnos, entretenernos, experimentar con ellos para solucionar nuestros problemas y un largo etc. Es un problema complicado ya que es una situación que está normalizada, desde pequeños/as se nos inculca que los animales están ahí para servirnos, que sus intereses no merecen nuestro respeto. Y así durante toda nuestra vida seguimos con la visión antropocentrista de que los animales son meros recursos y no hay nada de malo en utilizarlos.
Las personas somos muy reacias a los cambios que se pueden dar en nuestra vida y plantear que los animales no son objetos a consumir, como siempre hemos pensando, hace que la gente no esté interesada en saber que ocurre detrás de los mataderos, de los laboratorios, etc. porque ello supondría un cambio de pensamiento y de costumbres, que a pesar de no suponer demasiado esfuerzo si que puede hacer tambalear los propios esquemas mentales. Tenemos que ser conscientes también de que lo que para nosotros/as es solamente un cambio de hábitos para los demás animales supone la división entre la vida y la muerte, creemos que esto es una razón más que suficiente para dejar de explotarlos. A día de hoy ser vegano/a es una forma de vida viable, existen muchas alternativas frente al consumo de animales, y según se vaya desarrollando la conciencia antiespecista en la gente se crearan muchas más, es un trabajo de todos/as lograr que estas ideas se desarrollen y calen en las personas. Es urgente empezar a hacer algo por los demás animales, porque su situación así lo merece, y porque dependen de nuestra lucha para dejar de ser tratados como mera mercancía. Opinamos también que como personas que abogan por la libertad y detestan la dominación lo menos que podemos hacer es replantearnos nuestra relación con los demás animales. De igual manera que somos críticos y trabajamos sobre otras muchas cosas como ejercicio de vida, es hora de replantearnos esta cuestión.
Por otra parte nuestro trabajo como asamblea se centra en informar a la gente sobre la explotación animal y las ideas antiespecistas, con el fin de favorecer un cambio de conciencia. Informamos sobre el sometimiento que ejercemos hacia los demás animales, sobre la vida que llevan, sobre las alternativas a las que podemos optar y promovemos que la gente luche a su manera para acabar con este problema.
De un modo u otro buscamos que la gente se dé cuenta de lo que está ocurriendo con los animales que usamos y que tengan la posibilidad de ver más allá de la realidad que se les presenta para así poder replantearse la relación con ellos. Una de las maneras que creemos buena como medio para poner en práctica las ideas antiespecistas es el veganismo como forma de vida, es decir, dejar de colaborar con la explotación animal:

Tener una alimentación 100% vegetariana, es decir, no consumir ningún producto animal: carne (terrestre o marina), leche, huevos, miel, queso…
No usar vestimenta o decoración hecha con animales (lana, cuero, hueso, etc.).
No acudir a espectáculos con animales como son zoos, circos, corridas de toros…
No consumir productos que estén testados en animales, solo por la experimentación animal miles de animales son privados de libertad y torturados tras las paredes de los laboratorios con el fin de poder sacar al mercado productos que en su mayoría son totalmente prescindibles, recalcamos esto, para llegar a darnos cuentas de lo poco que valoramos la vida de los demás animales. Además existen otros tipos de test de experimentación para los productos antes de que sean sacados al mercado que no conlleva la muerte de animales (técnicas in vitro, uso de simulación por ordenador, etc).
Dejar también claro que somos conscientes de las incoherencias que pueden surgir dentro del veganismo. En una sociedad como esta, el ser 100% vegano es imposible, pero esto no tiene que ser algo que nos frene, si no que nos impulse para que cada día estas incoherencias sean menores. Cuando hablamos de incoherencias, nos referimos por ejemplo a que hay una cantidad enorme de productos que están testados en animales o que llevan subproductos que ni siquiera están declarados y muchas veces no sabemos qué estamos consumiendo realmente, por no hablar de que muchísimos productos además conllevan explotación de animales humanos (un problema igual de grave). Por ello no hay que volverse loco/a, solamente intentar que día a día cambie esto, darnos cuenta de las cosas y asumir hasta donde podamos. Comprendemos que cada persona tiene sus límites y tiempos. El asumir unas ideas lleva tiempo y reflexión. Pero nunca está de más tener presente que miles de animales son explotados mientras lees estas líneas, y que es necesario hacer algo aquí y ahora.
Algunas de las cosas que hemos hecho hasta ahora son: acudir al circo a protestar, mostrando imagines de la situación de los animales y repartiendo información sobre que ocurre en estos circos. Hemos dado una charla llamada “Liberación Animal desde un punto de vista anarquista” de la que salió un libreto llamado “La misma Libertad” (para descargar http://es.scribd.com/doc/47090833/La-Misma-Libertad). Durante verano hacemos proyecciones en la calle, con el fin de acercar información sobre la realidad del consumo de animales a la gente. Actualmente se están haciendo proyecciones en la plaza Xosé Tarrío y durante el mes de Septiembre se llevarán a cabo unas jornadas sobre el encierro (http://www.dentrofueradentro.com) en la que entre otras cosas se darán charlas sobre el veganismo, la explotación animal y el antiespecismo. Contamos con una web dedicada a dar información sobre la tauromaquia (http://www.acabemosconlatauromaquia.com/) y otra que está a punto de salir dando información sobre la explotación animal y el veganismo. (http://www.acabemosconelespecismo.com/ ).
Por último decir que la lucha por la liberación animal es en España algo reciente, por lo que aún tenemos todo por hacer. Cualquier avance por pequeño que sea es un gran paso para abrir conciencias y fomentar el respeto hacia los demás animales. Animamos desde aquí a que cualquiera que se sienta identificado/a con esta lucha se organice solo/a o con gente y empiece a luchar por los animales de la manera que crea adecuada.

Salud y libertad.

Aquí podéis escuchar una entrevista que se les realizó en "La casa de la Bomba" (programa de la radio libre y autogestionada de Madrid "Radio Ela").

jueves, marzo 7

8 de Marzo. Día de la Mujer

Un año más, llega el 8 de marzo, Día de la Mujer Trabajadora, en que se conmemora la muerte de 146 trabajadoras de la fábrica textil Cotton de Nueva York, tras ser incendiada en 1908 dicha fábrica para acabar con el encierro y la huelga que estas mujeres secundaban desde hacía semanas por mejorar sus miserables condiciones laborales.

Hoy, más de un siglo después, el Estado y el capital, ayudados por sus voceros oficiales, los medios de (in)comunicación de masas, están utilizando esa fecha –símbolo de la lucha de aquellas mujeres contra la explotación- para enseñarnos, desde las instancias oficiales, qué es la igualdad, qué es la lucha por la emancipación y hasta dónde se nos permite llegar en esa lucha. Desde su mirada prefabricada, manipulada y domesticada, nos dicen que igualdad es que haya tantas mujeres como hombres en el parlamento, tener ministras, empresarias y jefas, que las mujeres nos incorporemos a los cuerpos represivos como la policía o el ejército. Tratan de imponer esa igualdad a golpe de subvención, como si necesitásemos “cursillos de liderazgo” pagados por el Estado para poder ser más libres.

Desde hace años venimos observando cómo gran parte del movimiento feminista cae una y otra vez en ese juego manejado desde el poder, que lanza un discurso interclasista según el cual las trabajadoras debemos llevar una lucha común junto con las mujeres que ocupan puestos de poder o que ejercen la autoridad. Poco podemos tener en común con las poderosas, salvo el hecho de ser mujeres. Ellas reconducen y orientan en su beneficio cualquier tipo de lucha que se deje en sus manos, y cuando sea necesario “vender” la causa del antisexismo a sus intereses políticos y/o económicos, lo harán sin que les tiemble el pulso, como ha sucedido en infinidad de ocasiones.

En las manifestaciones del 8 de marzo se palpa un ambiente más bien festivo, y desde luego poco combativo, habiéndose convertido en algo casi folclórico. Parece que nos olvidamos de que día a día estamos sufriendo la explotación en todas sus formas, y de quién está detrás: polítiques, empresaries, banqueres, burócratas de todo pelaje, liberades, jefxs, gurús de cualquier religión, medios... todes elles sustentan este sistema injusto y perpetúan la desigualdad en cualquiera de sus manifestaciones. Pero, llegado el 8 de marzo, todes elles hablan de igualdad, y muches salen a las calles a hacer el paripé. Algunes incluso pretenden hacernos creer que están “trabajando” para que cambien las cosas: se trata de maquillar la superficie para que todo siga igual.

No podemos luchar contra un tipo de opresión si obviamos las otras manifestaciones de opresión, explotación y jerarquía. Ello convertiría la lucha en inútil y superficial. Si de verdad queremos que cambien las cosas, es necesario hacer un análisis más profundo de la realidad y asumir que cualquier tipo de jerarquía es perjudicial. ¿De qué nos sirve tener jefas en vez de jefes? ¿Qué diferencia hay entre ser apaleade por un o una policía antidisturbios? ¿Qué más nos da que nos gobiernen hombres o mujeres? Lo que queremos es no ser gobernades por nadie en absoluto, ser dueñes de nuestras vidas y que nadie decida por nosotres. Sólo así podremos alcanzar una sociedad libre, igualitaria y justa. Ese es el objetivo del anarquismo: la liberación de todes les individues, de toda la humanidad.

Por eso, hoy más que nunca, es necesaria una lucha desde abajo, yendo a la raíz de los problemas, que es la dominación de unas personas sobre otras, y la sumisión de estas. Aquellas personas que luchan contra la jerarquía y la desigualdad que impone el patriarcado deben extrapolar esa lucha a cualquier clase de dominación. Erradiquemos la desigualdad y la jerarquía, vengan de donde vengan, luchemos contra ellas todos los días. Dejemos de obedecer y de delegar en otres lo que nos afecta, organicémonos y recuperemos nuestras vidas.

NI AMXS NI ESCLAVXS. CONTRA TODA AUTORIDAD. POR LA ANARQUÍA


Federación de Juventudes Anarquistas de Madrid - F.I.J.A.

lunes, marzo 4

El empleo

El siguiente corto relata varias verdades del mundo moderno. La historia muestra la vida monótona y rutinaria de los seres humanos en los tiempos actuales. Hoy el empleo o el trabajo se transforma en el sufrimiento de muchos y muchas ¿trabajamos para vivir o vivimos para trabajar? En la antigüedad se valoraba el tiempo de ocio, la gente con poder no trabajaba, ahora, en cambio, hasta los mas poderosos trabajan, porque su principal objetivo es la acumulación de mercancías. Si en la antigüedad la libertad se conseguía al liberarse del trabajo, en la actualidad la libertad se consigue acumulando obscenamente dinero y mercancías. El anterior ejemplo es para ilustrar un cambio de mentalidad en la historia, porque es necesario dejar claro que las jornadas laborales de los desposeídos son mucho mas duras y humillantes que las de los humanos con poder, eso sigue siendo una constante.
La mayoría de la población se ve en la necesidad de vender su fuerza de trabajo a cambio de dinero. No les queda otra. Desde el reponedor de supermercado, hasta el profesor de escuela; desde el trabajador forestal, hasta el oficinista, todos, con mayores o menores sueldos, con mayores o menores estudios, son proletarios, en tanto lo único que tienen para vender es su fuerza de trabajo. La sociedad moderna nos a quitado todos los medios de subsistencia haciéndonos totalmente dependientes del mercado, por tanto del capital, del dinero. Esto tiene sumida a gran parte de la población en la obligatoriedad de trabajar en cosas que no les gustan o francamente detestan, las cuales no dan ningún sentido a su existencia, mas que una rutinaria alienación constante.
Por último, en el corto, se ejemplifica el llamado “fetichismo de la mercancía” una idea moderna que consiste en la creencia de que las cosas o mercancías aparecen de la nada, olvidando que son creaciones humanas. Por lo general cuando queremos tomar una taza de te, simplemente pensamos en donde podemos conseguirla, o cuanto cuesta, para poder comprarla. La cajita de té estará siempre  mágicamente expuesta en las estanterías de cualquier supermercado. Lo que se nos olvida es que para que esa cajita de té exista tuvieron que trabajar un numero importante de humanos. Los que plantaron y cosecharon el té, los que hicieron las bolsitas, los que hicieron la cajita de cartón en donde vienen las bolsas, los que hicieron el abono para las plantas de té, los que trabajaron en el transporte del té hasta el supermercado, los reponedores del supermercado que llevaron la cajita al estante. Así, cuando compramos una caja de té, tenemos una cadena de cientos o miles de personas que trabajaron para que el té llegara a nuestras manos. Eso se nos olvida, se nos olvida que todo lo que nos rodea es producto del trabajo humano, lo cual, en las sociedades actuales en donde el trabajo es una rutina desagradable, muchas veces deviene en sufrimiento humano. Una verdadera revolución sera aquella que termine con el trabajo asalariado, el trabajo asalariado no dignifica, sino que embrutece, deshumaniza nuestra vida. Por algo la palabra trabajo viene de tripaliare, que proviene de tripalium, que quiere decir tres palos, lo cual era una herramienta de tortura para azotar esclavos en roma. El trabajo es tortura, así de simple.
Espero disfruten el corto.

Dirección / Direction: Santiago ‘Bou’ Grasso
Idea: Patricio Plaza
Animación / Animation: Santiago Grasso / Patricio Plaza
Productora / Production company: Opusbou

Escrito por Magnicidio Espinosa

Metiendo Ruido 

viernes, marzo 1

Contra vosotros


Vivís de la miseria
de los que nada tienen,
del desamparo de los oprimidos,
del silencio de los cobardes,
de las largas heridas
de los falsos motivos.

Suplantáis la queja de los que sufren,
laméis las sobras de los que mandan,
aparentáis el paso de los perdidos,
el dolor de los nuestros,
el dolor de los muertos,
el dolor de nuestros muertos
a través de los años
y a través de los siglos.

Vosotros, los de siempre,
los de los labios de acero,
los de las palabras huecas,
los de la peste en el alma,
los del sitio de la traición.

En este tiempo de mentira,
vivís de la derrota
administrando la carroña.

Nunca me fié de vosotros.
Nunca creí en vuestras palabras
porque nunca fuisteis de los vencidos.