Cuando la multitud hoy muda, resuene como océano.

Louise Michel. 1871

¿Quién eres tú, muchacha sugestiva como el misterio y salvaje como el instinto?

Soy la anarquía


Émile Armand

martes, septiembre 30

La repoblación

José Ardillo

En el reino de Harzan la revolución ha triunfado.

Un nuevo mundo lucha por abrirse paso entre las ruinas del viejo régimen. La Nueva Cámara quiere imponer en el país un nuevo pacto económico y político que cambie las formas de los paisajes y los destinos de sus pobladores. Si en ciertas regiones las comunidades son capaces aún de sostenerse con los elementos naturales que les son más cercanos y accesibles, es necesario entonces destruir esta frágil solidaridad. Por todas partes es necesario imponer el reino de la Razón, la Libertad y el Progreso.

En la Repoblación asistimos a la colisión entre dos mundos: la modernidad centralizadora y productivista contra los restos de un mundo disperso, rudo y autárquico. El protagonista, el joven Serban, enviado por el nuevo gobierno a la región de Molh-Dar, experimentará en sí mismo este enfrentamiento, esta divergencia de espacios y épocas. La Repoblación es pues un relato imaginario, una fábula, pero una fábula que intenta combatir esa idea tan extendida de que la historia progresa siempre en un sentido favorable a la humanidad.

Brulot Editorial, Colección Novela. 2013
184 págs.

sábado, septiembre 27

Manifiesto auto-determinista

Venir al mundo es una decisión ajena impuesta por la voluntad de otros. Durante nuestra infancia y adolescencia no estamos capacitados para ratificar esa decisión ni imponer nuestra condiciones. Las personas nacemos por decisión de otros en un determinado entorno físico, familiar y social, dotadas de unas características genéticas concretas, que es la parte de esta situación que jamás podremos cambiar. Pero de ahí en adelante podemos modificar y decidir sobre nuestra vida ya que nos pertenece en exclusiva.

No hay voluntad ajena -ni de otro individuo ni de la colectividad, ni impuesta por la tradición, ni por las creencias culturales, místicas o políticas predominantes- que merezca una consideración moral más alta que nuestra propia voluntad ni hay, por lo tanto, restricción alguna al ejercicio de nuestra libertad que cuente con una legitimidad natural.

La mayoría de personas nunca llegan a ser conscientes de su soberanía, de su derecho a la misma ni de la enorme invasión de ésta que padecen. Pero las personas, por si mismas, son seres inteligentes y capaces de auto gobernarse. El derecho a hacerlo es natural y su rango moral es siempre superior a cualquier imposición externa.

Creemos que cualquier persona, en cualquier momento de su vida, tiene toda la legitimidad para reconsiderar y modificar todo aquello relativo a sí misma y a su vida que de ella depende, incluido el propio hecho de existir. Esto le faculta para tomar cuantas decisiones desee sobre su persona, su cuerpo, su mente y su aceptación o rechazo de cualquier valor, su nombre, su relación con los demás y su forma y estilo de vida. No tomar decisión alguna, como hace gran parte de la población, es también una decisión, aunque la mayoría no sea consciente. Los que por simple inconsciencia, por inercia cultural o por desidia se dejan llevar por el statu quo en el que nacieron y fueron educados están también ejerciendo una opción.

Durante siglos se nos ha enseñado y adoctrinado desde las más diversas filosofías e ideologías -desde el cristianismo y el judaísmo hasta el islam, desde el fascismo a la socialdemocracia y desde el comunismo hasta el conservadurismo- que las personas viven en función de la comunidad a la que “pertenecen”, que deben asumir sus valores, tradiciones, reglas. Obedecer. El "altruísmo", la afirmación del "otro", se nos impone desde el colegio hasta el asilo y desde los púlpitos de la iglesia, las tribunas de la política, los medios de comunicación, la paternal institución de la familia o las más diversas organizaciones humanas, pero siempre con el objetivo, consciente o no y a veces incluso bienintencionado, de someternos.

Toda forma de limitación del poder de la persona sobre sí misma, sobre su vida y sobre sus decisiones es ilegitimida en origen. Aunque todas las demás personas del planeta estuvieran plenamente de acuerdo en imponer a un individuo ciertas limitaciones, seguiría siendo moralmente superior el derecho natural de ese individuo a no acatarlas mientras no limite la libertad a otros. Sabemos que los humanos son seres gregarios, que necesitan relacionarse con otros individuos para llevar una vida medianamente soportable, pero también sabemos que las normas de convivencia han sido históricamente dictadas por el poder y la autoridad (religiosa, política, cultural, económica, etc.) y por lo tanto no parten de una legitimidad primaria. Acatar irreflexivamente normas que limitan el autogobierno personal es también ejercer una opción: tal vez la más cómoda para la mayoría pero también la más dolorosa y humillante para algunos de nosotros.

En su camino hacia la supuesta libertad, una humanidad temerosa y débil ha optado por conquistarla a fuerza de decretos y burocracia, a golpe de Estado y policía, mediante un poder casi irrestricto para los gobernantes a cambio de un trato rara vez benévolo y a través de la implantación de sistemas de auto legitimación democrática que han servido para glorificar el ejercicio delpoder y, por ello, para seguir invadiendo el ámbito de decisión de las personas.

Mucho se ha escrito sobre el contrato social entre gobernados y gobernantes, con frecuencia para ensalzar las virtudes de un sistema más teórico que práctico que parece casi diseñado para tranquilizar a las personas mientras se les usurpa su poder de autogobierno. Mediante el contrato social las personas deben someterse al poder de las masas y de su Estado. Se nos ha enseñado a aceptar sin rechistar lo que el poder nos ordena o prohíbe, porque quienes lo ostentan actúan "en nuestro nombre", están "legitimados en las urnas" o responden a la voluntad de la mayoría. Nosotros nos sentimos facultados para hacer absolutamente cuanto deseemos. "Hacer" incluye por supuesto el "no hacer". La libertad de cada uno no termina donde empieza ese eufemismo que es "la de los demás" que sirve como excusa para que las élites interpretadoras hagan y deshagan a su antojo, sino que termina exactamente donde comienza la inalienable soberanía individual de otra persona concreta, real y determinada.

No tendremos a quien idolatrar ni a quien demonizar si nosotros somos nuestros únicos dueños, si nosotros somos, conscientemente, los responsables de todo lo bueno y de todo lo malo que nos suceda, si nosotros razonamos y decidimos con todas las consecuencias, si en definitiva somos libres y no tenemos sino una consciencia plena de nuestra condición de personas, de individuos de una especie animal, únicos y auto poseídos. Ser libres, ser soberanos, es decir, ser plenamente humanos. Quienes no quieran aceptar el reto, sean mayoría o no, están en su derecho de no hacerlo, pero no de imponernos a nadie más las consecuencias filosóficas y políticas de su miedo a la libertad.

Por todo lo expuesto, proclamamos nuestro derecho total e inalienable a la autodeterminación y en ejercicio de la soberanía personal que poseemos, presentamos ante el resto del mundo nuestra declaración de independencia. Así, por la presente, afirmamos que no reconocemos ningún poder ajeno en nuestras vidas.

 
SECTA NIHILISTA

miércoles, septiembre 24

¿Dónde estamos?

Según Brecht, son sombríos los tiempos en que la gente pide que se le descargue de la preocupación de defender sus intereses reales y su libertad. Son los tiempos del cínico, que abomina de la sociedad y desprecia sus convenciones, y son los tiempos también del disidente, que no quiere someterse a los hechos consumados y, a contracorriente, toma partido por la libertad. La disidencia no significa exilio interior porque actúa, y por lo tanto, corre riesgos. Es fundamentalmente resistencia y secesión. Esta posición obliga a liberarse de gran parte del bagaje teórico de la época anterior y a penetrar en la nueva sólo con lo puesto, ya que no se trata de conservar la memoria de un pasado y comunicarla de forma ortodoxa a los nuevos individuos conscientes, sino de incitar a pensar, de provocar un diálogo entre los que se reconocen iguales sin temor a contradecirse. Para encontrar soluciones primero hay que suscitar preguntas. La crisis del pensamiento revolucionario no podrá ser remontada sino en condiciones de libre discusión; en una situación de crisis, el anquilosamiento ideológico y su consecuencia principal, el vacío teórico, son la verdadera catástrofe. No se puede permitir que el enemigo se despache a gusto cuando tiene de su parte fuerzas ingentes: la pérdida de esa batalla, la de las ideas, acarrea la derrota de todas las demás.

 Es necesario sacar conclusiones tanto de la constatación de la capacidad del capitalismo de superar sus propias contradicciones o de instalarse cómodamente en ellas, como de la evidente incapacidad de los obreros en hacer su revolución y de la disolución del proletariado como clase social. Todo ello implica la superación capitalista del conflicto, la desaparición de las crisis generales, y por consiguiente, la refutación de una supuesta necesidad histórica objetiva que nos conducía, inevitablemente, hacia la lucha final. Y nos sitúa teóricamente en la posición de los anarquistas y de los socialistas premarxistas, que deducían la lucha por la emancipación humana de la perversidad del mundo y de la voluntad consciente de los oprimidos. Las frecuentes crisis parciales que se dan a causa de la imposición constante de condiciones de vida peores que las anteriores puede generar ilusiones respecto a un retorno de la lucha de clases, o sea, a un replanteamiento de la cuestión social, pero en vano. La cuestión social no puede mostrarse espontáneamente como conflicto que emana de un antagonismo entre dos partes irreconciliables en tanto que lucha de clases, porque la derrota definitiva del proletariado industrial ha eliminado la posibilidad de una crisis total –y por lo tanto, la posibilidad de un conflicto real–y favorece que las luchas actuales sean débiles y manipulables, y en consecuencia, recuperables por el sindicalismo, los partidos, los ecologistas o el humanitarismo de izquierdas.

 Walter Benjamin apuntaba que el fracaso del proletariado histórico residía en su “progresismo”, en la creencia burguesa del progreso: “Nada ha corrompido tanto a la clase trabajadora alemana como la idea de nadar a favor de la corriente. El desarrollo técnico era el sentido con el cual creía estar nadando. A partir de ello no había más que dar un paso para caer en la ilusión de que el trabajo en las fábricas, por hallarse en la dirección del progreso técnico, constituía de por sí una acción política. La antigua moral protestante del trabajo celebraba su resurrección en forma secularizada entre los obreros alemanes (…) Tal concepción no quiere ver más que los progresos del dominio sobre la naturaleza y se desentiende de los retrocesos de la sociedad” (Tesis de filosofía de la historia). La moral obrerista apartaba a los trabajadores del planteamiento de la cuestión histórica por excelencia, la cuestión del progreso. La mayor parte de la crítica social ha considerado siempre que los avances científicos y técnicos eran aliados absolutos del proceso emancipador y jamás imaginó que, en tanto que creadores de nuevas servidumbres, iban a hacer de la dominación algo insuperable. Así pues, los obreros eran separados de la producción automatizada – la cual ya no podían concebir claramente como obra suya ni por otra parte cuestionarla- sin hacer la crítica de la máquina, sin rebelarse con la el maquinismo como sus predecesores, hace casi dos siglos. La superioridad de aquellos obreros luditas residía en que ellos sí que sabían a qué miseria les condenaban.
 
No se podrá ir a ningún lado si no se rompe con la concepción de la revolución como reapropiación del aparato productivo existente, ni se admite que la emancipación humana pasa por la destrucción del sistema industrial. Consignas que pertenecían al “estadio anterior del desarrollo económico objetivo” como la ocupación de las fábricas, el control obrero de la producción o la autogestión generalizada, han envejecido y son palpablemente equívocas; solamente partiendo de ese punto podremos identificar las necesidades reales de los individuos y elaborar una crítica auténticamente subversiva. Lo cierto es que, al contrario de lo que decía Marx, hay que renunciar a transformar el mundo con ayuda de todos los grandes recursos propios de este mundo, e intentar conseguir su redención a espaldas del sistema dominante, con todos los medios ajenos a la dominación.

La idea directora de la crítica revolucionaria ha de ser la de la autonomía de la técnica. En nuestra sociedad el hombre es servidor de la máquina y la técnica abarca todos los sectores de la existencia, determinando a la vez las relaciones de los individuos con la naturaleza y las relaciones – hoy en estado de anomia- que mantienen los individuos entre sí. No queda ningún aspecto de las relaciones humanas que no haya sido tecnificado y, por lo tanto, relegado al control de expertos. Ya no es el sistema económico el que determina la naturaleza de la técnica, la política y el grado de complejidad del mundo. Es la técnica la que, fundamentándose en el conocimiento científico, ha ordenado la economía al dictado de sus propias exigencias y se ha apoderado de la sociedad entera, mientras que los individuos han acabado siendo perfectamente equiparables y reemplazables por máquinas. La ideología humanista burguesa se ha deshecho y el “hombre”, es decir, el burgués idealizado, ha dejado de ser la medida de todas las cosas. Quienes hacen historia son las máquinas, los humanos solo las padecen. 

La técnica es la falsa conciencia de una época de individuos reificados, convertidos en cosas. La tecnociencia moderna impone una organización social determinada donde la regla general es la tendencia de la élite a acumular poder sin control. La novedad consiste en que esa concentración de poder no se realiza mediante la expansión del aparato estatal, es decir, no sigue el modelo de la burocratización, sino la línea eminentemente técnica de la eficacia y el rendimiento.

La civilización industrial ha sido creada por la técnica. Desde entonces, la historia mundial es cada vez más historia de la técnica. En los albores del proceso, los socialistas utópicos reconocieron en la máquina, o lo que es lo mismo, en el crecimiento explosivo de la capacidad de producción, la amenaza de un desarrollo cultural que fragmentaría al individuo y atacaría la raíz misma de la libertad y la vida, y trataron de conjurarlos con proyectos basados en el control de los medios técnicos y en el rechazo del sistema de mercado, ignorando cualquier consideración económica. Posteriormente, el socialismo político y el sindicalismo fueron manifestaciones de tendencias a la autoprotección de los destrozos del mercado, pero a costa de un compromiso con la máquina. Según Karl Polanyi “La industrialización fue un compromiso, nada fácil, entre el hombre y la máquina, en el cual el hombre se perdió y la máquina encontró su camino” (El sustento del hombre).

Un programa que contemple la reorganización de la sociedad sobre bases descentralizadas y comunitarias, sobre el “ágora”, a través del desmantelamiento de la producción actual, del control asocial de los medios técnicos y de la adopción de tecnologías descentralizadoras, de la supresión del mercado y del espectáculo, de la desaparición del transporte privado, de la recuperación del campesinado, etc, ha de saber que está pidiendo explícitamente un retorno a las condiciones precapitalistas, al trabajo artesano a la fiesta, a la tradición y a los lazos comunitarios, a los ritmos vitales relajados, al derecho consuetudinario, a la economía del sustento y a la sociedad del estatus, en donde “lo que importa no es la utilidad de uno sino lo que se es" (Cicerón). Pero no es un retorno en el tiempo, no es una vuelta al pasado: es una liberación que sueña más que calcula y que carga con la experiencia de dos siglos de capitalismo y de absolutismo tecnológico; es un viaje por encima del cadáver de los nuevos señores feudales del mercado mundial.
 
 
En la actualidad, la escolarización prolongada, el reciclaje y la asistencia social, son los medios empleados profusamente para mantener a una parte cada vez mayor de la población fuera de la producción, por cuanto que se ha convertido en fuerza productiva innecesaria que hay que desmovilizar, métodos que corren a cargo del Estado y que son presentados como logros sociales y expresión de un supuesto “bienestar”. Por estos procedimientos, jóvenes, parados y demás excluidos, son apartados de los circuitos de la productividad, pero son conservados como consumidores. La mundialización ha disparado los gastos sociales al punto de afectar otras necesidades más significativas del Estado como la dotación policial y la compra de armamento. Ante el recurso a los impuestos, los estrategas del poder han promovido políticas tendentes a la creación de un espacio de dispersión de fuerzas productivas inútiles, mediante el fomento de actividades “sin ánimo de lucro” financiadas por el Estado con desgravaciones fiscales. En lo esencial, se trata de que el Estado vaya cediendo la gestión de los servicios sociales y del reciclaje de los individuos a organizaciones inofensivas de voluntarios o de colectivos juveniles adictos, o simplemente a cretinos “sin fronteras”, de modo a desarrollar una economía intermedia que neutralice a los inservibles para el mercado globalizado del trabajo. Dicha economía, destinada a crecer en los próximos años –llamada en Francia “economía social”– es responsable de más del 6% del empleo. Un objetivo económico de este tercer sector (ni público ni privado), consiste en alcanzar la autofinanciación con la constitución de comunidades autosuficientes y el establecimiento de redes de comercio paralelo (llamado “justo”), aderezados con la ideología filantrópica y ecologista de rigor. La denuncia de tales prácticas, por las ilusiones que pueden generar, es tan importante para los desertores del sistema como lo fue la denuncia del ecologismo en la luchas contra la contaminación. La deserción no tiene nada que ver con los paliativos. La deserción no coopera con la dominación ni acepta su dinero; sabe que el establecimiento de condiciones de vida humanas no resultará del hecho de ocupar las posiciones abandonadas en los mercados internacionales por los propietarios del mundo. No ofrece soluciones sino que le pide cuentas: la deserción se aparta del sistema pero sin dejarlo tranquilo.

Sabemos que la economía globalizada está transformando íntegramente a la naturaleza en materia de gestión económica, lo que significa que la tierra fértil, los bosques, la pesca o el agua dulce, por ejemplo son considerados elementos estratégicos de la mundialización, como el petróleo, los pesticidas y la energía nuclear, y disfrazados de constituyentes de la “seguridad nacional”, asunto en realidad de las altas instancias reguladoras del mercado. Ahí no son admitidos los ecologistas porque todavía no son un poder fáctico y no pueden aspirar más que a una participación de base en la gestión de los efectos nocivos ambientales. Se trata de una economía de guerra que no quiere camuflar la miseria ni tampoco incrementar el control sobre la población, sino que, con el mismo pretexto de racionalización con que antaño burocratizaba el mundo, hoy se desentiende de la nocividad no rentable, coloca a la gente desechable para el mercado en economías de subsistencia y descentraliza el control social, poniéndolo en manos de dirigentes “no gubernamentales”. Es una operación de aislamiento del pauperismo dentro del propio sistema que lo produce, a través de economías marginales gestionadas por una pléyade paraestatal de ONGs, sindicatos, fundaciones, iglesias, etc, pero también por rackets independientes como mafias, sectas o bandas, encargadas de los aspectos menos aceptables de dichas economías, como la protección o el contrabando. Se trata entonces de consagrar una nueva división de la sociedad entre excluidos e integrados en el mercado, y que se está materializando en el desarrollo imparable de incontrolados ghettos. 

La gestión del caos ya no es de interés específico para la dominación. Se domina todo dominado sólo una parte: es la ley de la rentabilidad represiva decreciente la que determina las dimensiones de la pirámide policial. La producción de mercancías produce por igual lo insoportable y los hombres capaces de soportarlo. Los progresos de la alienación no suceden en medio de la pasividad de las masas sino con su participación activa y entusiasta. Nunca se ha resaltado lo bastante el papel contrarrevolucionario de la miseria, del lado malo que, al desarticular la lucha, detiene el movimiento que hace la historia. Y se ha olvidado el efecto ideológico del desclasamiento que ha producido la proletarización del mundo. Wilhelm Reich señaló el papel de la ideología dominante como fuerza material -bautizándola como plaga emocional- de la contrarrevolución, la cual se alimenta de la falta de dominio de los individuos sobre sus propias vidas. En la base del sometimiento yace un conflicto emocional y afectivo que desactiva el potencial rebelde de los individuos. Pero resulta que el corolario de la proletarización mundial es la liquidación del individuo, que, “como todos los procedimientos individualistas de producción, aparece históricamente anticuado y a la zaga de la técnica” (Adorno, Minima Moralia). Y la desaparición del individuo, su transformación en muchedumbre vacía, aislada y sustituible, abre el momento de la reflexión, del repliegue, de la contradicción, y obliga a nuevos planteamientos. Adorno sigue diciendo que “quienes no deseen entregarse de lleno al individualismo de la producción espiritual ni lanzarse de cabeza al colectivismo de la sustituibilidad igualitaria y despectiva del hombre, están obligados a un trabajo en común libre y solidario bajo una común responsabilidad”. Inicialmente son dichos colectivos los únicos que están en conflicto con el sistema, pero ese conflicto todavía no afecta a sus fundamentos, porque no contiene en sí mismo un proyecto superador, es decir, aún no es histórico. A medida que el movimiento social desaparece, que los desposeídos son una masa incapaz de movimiento propio, los antagonismos no se perciben y las crisis no suceden. De la parte de los oprimidos no puede salir nada peculiar, ninguna iniciativa histórica. 

En su propia situación no encontrarán las condiciones para comenzar una lucha que no sea mera negatividad y descontento. Entonces son los grupos de disidentes quienes ocupan el lugar de la “organización de clases”, ya que clase no hay. Quienes contraponen a la inactividad social la difusión de sus puntos de vista. Quienes propugnan un movimiento social sin tildarse ellos de movimiento social. Quienes se camuflan dentro de las luchas y critican la miseria de la vida cotidiana. Son, hegelianamente hablando, la conciencia de lo afirmativo, y están en el terreno de los utópicos, recordándonos la posibilidad real de un sistema nuevo, quienes diagnostican y no recetan, quienes preparan sus experimentos sociales sin anunciar panaceas. Quienes nos dicen, como Babeuf, que no creen “que la posibilidad eventual de un retorno al estado de la comunidad sea una fantasía” (El Tribuno del pueblo).

Es importante la propia existencia coordinada de quienes se oponen a la dominación porque demuestra la posibilidad al margen de ella. Estos grupos avanzan negativamente, sin definir demasiado un proyecto positivo, pues ahora importa más saber lo que no se quiere, y la experiencia colectiva merece mucho más interés como negación de una sociedad condenable que como afirmación particular de una práctica limitada. Es la capacidad de vivir afuera lo que dificulta la reproducción y lo que, si consigue generalizarse, ha de disolverlas. Por ahora lo único que pueden ofrecer a sus contemporáneos es un lugar donde ejercer sus cualidades, un medio para comenzar a concertarse y construir una sociedad dentro de otra y a la vez, aparte. Un proyecto de acción colectiva de ese estilo coloca en el mismo plano las virtudes dela sociabilidad, el amor a la libertad y las capacidades revolucionarias. Y la negación de ese proyecto adopta la forma del carácter. Reemprendiendo una vieja polémica anarquista, se debe recalcar el lado colectivo de la acción, la pasión común, frente a la individualidad, demasiado afectada por el carácter, pero sin olvidar que el factor subjetivo, la voluntad individual, ha de ser la fuerza motriz de la historia. El intento de excluir el capitalismo de nuestras vidas no es una llamada a la marginalidad; no es más que el empeño por conservar y ampliar las relaciones humanas en nuestro entorno, y dicho intento es ahora el punto central de la acción, el elemento a partir del cual se van a elaborar proyectos de exclusión más ambiciosos.

Quien apuesta contra el capitalismo está apostando por la revolución y reivindicará sus formas autónomas de lucha que son, según la crítica radical de los sesenta, “la parte no vencida de un proyecto vencido”. Pero lo que distinguirá como revolucionario a comunas, coordinadoras, consejos, asambleas, etc, será su talante, su función y su acción, o sea, su contenido. Y éste ha de ser antiindustrial, societario, libertario. Porque el primer objetivo de toda revolución es “la constitución de un espacio público donde aparezca la libertad, la constitutio libertatis” (Hannan Arendt, Ensayo sobre la Revolución). El resto llegará desde allí o no llegará.

 
Este escrito de Miguel Amorós ha aparecido en el libro “Golpes y contragolpes, la acción subversiva en la más hostil de las condiciones”, editado por Pepitas de calabaza y Oxígeno.
               pepitas@pepitas.net
                oxigeno@pepitas.net
 

domingo, septiembre 21

Ensayos sobre la Libertad en un planeta frágil

José Ardillo

¿Cuáles son los principales obstáculos para la construcción de una sociedad libre en el único y frágil planeta que habitamos? Esta es la cuestión sobre la que trata de profundizar este libro, sin intentar ofrecer respuestas apresuradas. Los proyectos políticos del pasado situaron casi siempre sus horizontes de emancipación en los confines de un mundo donde todo parecía posible. Por el contrario, la geografía y los elementos nos enseñan que la experiencia del ser libre tiene que contrastarse con las restricciones que el medio físico le impone. Parafraseando al poeta podríamos decir que la libertad que no es todo necesidad, no es todo libertad; por tanto, la naturaleza, los límites del planeta y del cosmos viviente, no son los impedimentos de nuestra acción y nuestro deseo, sino la fuente más genuina de su realización. La geografía física es tan importante como la historia, si no más. La botánica, el estudio de los glaciares o de las aves migratorias nos enseñan tanto de las comunidades humanas como un tratado de sociología. Los sistemas de poder, las sociedades jerarquizadas que vivimos, no escapan a la visión kropotkiniana de un mundo vivo unitario y deben ser juzgadas a partir de una ética del cuidado, del apoyo mutuo, que incluya lo que Roszak consideraba las necesidades del planeta. Por todos lados la naturaleza nos muestra un camino a seguir, aunque a veces sea incierto y agotador.

Afortunadamente, no estamos solos en nuestra reflexión: de todas las ideas fallidas, la idea libertaria es la más fértil porque nos sitúa, de una manera u otra, en la senda tortuosa de la naturaleza. Autores como Thoreau, Reclus, Landauer, Kropotkin, Morris, Huxley o Mumford, sembraron esa senda de valiosos indicios.

Este libro es el inventario de esos indicios y una invitación a visitar sus obras y reflexiones.


José Ardillo (Madrid, 1969), ha colaborado con diversas publicaciones libertarias en España y Francia. Es autor del ensayo Las ilusiones renovables (2007) y de dos novelas, El salario del gigante (2011) y La repoblación (2013), así como del libro de relatos todavía inédito Historia (1999). En la actualidad prepara la edición de su tercera novela, Buenos días, Sísifo.

jueves, septiembre 18

Algunas tenemos coño

Algunas tenemos coño.

Se ve que a algunos le cuesta aceptarlo pero así es.
Algunas tenemos un coño. Unos labios menores, unos labios mayores, un clítoris, una vagina, un útero, dos ovarios… un coño, vamos.
Un coño que a muchas nos han mutilado, cortado, cerrado para demostrar nuestra virginidad, vuelto a abrir… un coño que es una herida que nunca cierra, que siempre sangra, que siempre duele y no se olvida.

Un coño sobre el que políticos se creen con el derecho de legislar. Un coño que para ellos es el cuenco que somos nosotras mismas, ya que para ellos tenemos el valor sólo como engendradoras, quedando nuestros derechos fundamentales a la libertad, la autodeterminación y el bienestar de personas aquí y ahora, subsumidos a los derechos de alguien que no está claro cuándo empieza a serlo.
Un coño que es medicalizado como un problema, rasurado como un estorbo, ocultado como una vergüenza.

Un coño que nos han violado, no sólo desconocidos sino amigos, novios, tíos que nos han caído bien al principio. Un coño que, o defendemos con la muerte, o es señal inequívoca de que no ha sido violado: un coño que al parecer se identifica tanto con nosotras mismas, que dar la mano, un paseo o sonreir significa que hay vía libre de acceso. Un coño que nos han hecho sentir como algo tan ajeno que hemos visto estupefactas cómo vivía situaciones a las que no sabemos cómo hemos llegado ni cómo salir: nos han enseñado a no hablar, a callar, a mirar hacia abajo y a follar sin deseo.

Un coño por el que hemos pasado miedo: miedo a ir sola por la calle, miedo a entrar en el ascensor con un desconocido, miedo a vernos acorraladas mientras estamos tranquilamente de fiesta.
Un coño que nos ha condicionado los movimientos…”niña cierra las piernas que se te ven las braguitas”, “no te sientes así”, “no saltes con falda”, “no te cuelgues bocabajo”…

Un coño que en esta sociedad es una condena, que nos han hecho vivir como una tortura.

Somos mujeres, tenemos un coño. No somos asexuadas madres modelos o putas que van marcando para follar.

Estamos hartas de esta sociedad falocéntrica. Nos negamos a seguir viéndonos como carencia: carencia del pene que da la autonomía, carencia de la virilidad que da la posibilidad de defensa. Hemos aguantado más de lo que nunca podréis aguantar, hemos incubado más rabia de la que nunca podréis imaginar.
Somos mujeres, somos compañeras, nos vamos a defender las unas a las otras…y cuidado, porque sabemos hacerlo.

MACHETE AL MACHOTE

lunes, septiembre 15

¡Dios no ha muerto!... Porque nunca existió

Stephen Hawking en su libro “El gran diseño” cita una curiosa anécdota en que se solicitaba que no se mantuviera a los peces en una pecera curva porque tendrían siempre una imagen distorsionada de la realidad. Hawking se pregunta qué tal si nosotros también estuviéramos dentro de una extraña pecera,  sin tener conciencia de ello.

Claramente la visión de los peces es distorsionada pero no menos real, estos podrían hacer predicciones exactas sobre el movimiento en el exterior, dentro de ese marco de referencia distorsionado. Esta reflexión va en una línea similar a la de David Bohm, en el sentido de que las teorías más que ser verdaderas o falsas son formas de mirar, marcos de referencia específicos en que se puede probar la verdad o falsedad de las hipótesis que se planteen. Mediante este ejemplo bastante simple nos podemos adentrar en el concepto de Hawking llamado “Realismo dependiente del modelo”, que además es concordante con posturas como la de Francisco Varela y la neurofenomenologia en el sentido de que hay una relación circular en que se establece un acoplamiento estructural entre el observador y el entorno.

Las ciencias han trastocado bastante como se puede ver los conceptos de objetividad, sin embargo la religión organizada en especial las de origen judeo-cristiano, mantienen que una serie de valores son de origen divino al igual que la creación del universo, lo que es una pretensión fragmentaria de explicar la realidad en forma totalitaria, no hace falta recordar todas las atrocidades pasadas y presentes por ejemplo de la iglesia católica al respecto.

La física ya desde 1920 ha demostrado que nuestro universo se expande y que las galaxias se alejan de nosotros, literalmente el universo se está inflando, sin que el tamaño de las cosas este cambiando. Hawking plantea que pensar en el origen del universo es como preguntarse por el borde del mundo, lo que solo tiene sentido si pensamos que la superficie de la tierra es plana, con el tiempo y el espacio sucede algo similar la teoría de la relatividad puso de manifiesto un continuo espacio-tiempo curvo, además gracias a la mecánica cuántica se ha descubierto que la deformación curva puede ser tan grande que el tiempo puede comportarse como una dimensión del espacio.

En el universo primitivo existían solo cuatro dimensiones de espacio y ninguna de tiempo, es decir carece de sentido hablar de un origen, sería como preguntar por qué hay más al sur del polo sur, así este universo primitivo era un punto tan pequeño y denso que comenzó a expandirse con la explosión del big bang, por lo que no hay un origen del universo ni un creador porque no había un tiempo en que pudiera existir una entidad conciente recordemos que el pensamiento es movimiento y el movimiento es tiempo.

De esta forma el universo emergió espontáneamente en todos sus estados posibles formando un multiverso en que operan distintas leyes de la naturaleza, unas mas semejantes que otras a las de nuestro universo, lo que resuelve además la interrogante del “milagro de la vida” en el sentido de que este universo reúne las condiciones “ideales” para que podamos existir, porque simplemente si hablamos en términos probabilísticos, este universo es viable para nosotros entre muchos otros. Esta es una forma diferente de expresar las sumas de todas las historias posibles del físico Richard Feynman.

Una analogía que expresa Hawking es como si fueran muchas burbujas en una olla con agua hirviente, así como aparecen muchas burbujas que se colapsan rápidamente así habrían mini universos en los que no alcanzaran a formarse galaxias, planetas,etc mientras que otras burbujas crecerán lo suficiente expandiéndose sin colapsar de forma inmediata.

La contundente demostración de la ausencia de un creador divino para explicar el origen del universo genero mucha polémica pero hasta hoy no ha podido ser refutada por las iglesias, se le consulto al biólogo Humberto Maturana al respecto quien en un texto bastante ambiguo nos señala que lo divino y la ciencia pertenecen a distintos dominios y que lo divino puede encontrarse presente o no en las interacciones de las personas, lo que resulta curioso ya que estos seres interactuantes en última instancia están hechos de lo mismo que el universo por ende responden a leyes de la naturaleza que determinan el terreno en que se puede mover nuestro libre albedrio. Fragmentar ambos dominios es algo falaz y la pregunta sobre quien creó el universo es válida para la ciencia, que una vez más nos demuestra que la realidad es un sistema de interacciones complejas totalmente autoorganizado tal como lo demuestra a nivel de la materia orgánica el concepto de autopoeisis del mismo Maturana.

La concepción de dios de Einstein era comprender todas esas relaciones como una totalidad, algo que dista mucho de proyecciones antropomórficas de nuestro propio ego como sucede en las religiones organizadas, de ahí provienen sus imposiciones morales arbitrarias, que como hemos visto carecen de cualquier origen divino. Si alguien tal como lo hace Maturana quiere plantear que todo ese sistema complejo del que formamos parte en constante interacción  puede ser algo experienciado como divino, podría llegar a comprenderlo en términos de una relación horizontal que no niegue la legitimidad del otro, que nos mueva para consensuar un espacio emocional en que existir, sin embargo aun me parece impreciso, pero para lo que no cabe ningún espacio es para una divinidad que lance edictos morales, recompensas y castigos, ni para representantes que justifiquen la jerarquización de la sociedad y el principio de autoridad.

Para Francisco Varela todo ese sistema interactuante es el universo en que el fenómeno de la vida es inherente a sus propiedades, después de todo solo la vida puede conocer a la vida y no un conjunto estático de valores abstractos, lo que requerirá que establecida la inexistencia de dios nos adentremos en la próxima entrada en el origen y psicología de los “valores” y si hay una posibilidad para una ética viva mas allá de mohosos códigos de conducta, cuya imposición violenta en forma indirecta como directa, solo han contribuido más que nada a la generación del  sufrimiento en vez del amor que se supone que profesan.



Pueden ver aqui el documental de  Stephen Hawking sobre quien creo el universo http://m.tu.tv/videos/discovery-channel-quien-creo-el-univer
El libro "El gran diseño" lo pueden descargar aquí http://www.nakido.com/1249ADCBACD85D7B13F57535F576395DF435A11A?uid=sethariel

El texto de Humberto Maturana al que aludo pueden verlo aqui http://www.matriztica.cl/lo-cientifico-y-lo-divino/
 
Fuente: http://elvirusdelasubversion.blogspot.com.es/2013/07/dios-no-ha-muerto-porque-nunca-existio.html

viernes, septiembre 12

Tecnología y dominación


Con Tecnología y dominación ponemos en la calle el sexto número de Minianarquismos. En esta ocasión os presentamos dos textos fundamentales para entender el giro que lleva años produciéndose en las entrañas del movimiento anarquista y que supone un profundo cambio con respecto aquellas corrientes que albergaron dentro de sí un intenso optimismo tecnológico y que aún perviven en una parte probablemente numerosa del anarquismo.

Walter Benjamín, en su artículo «Teorías del fascismo alemán», recuerda la frase aparentemente extemporánea de León Daudet, “el automóvil es la guerra”, para ilustrar el hecho de que los instrumentos técnicos, no encontrando en la vida de las gentes un hueco que justifique su necesidad, fuerzan esa justificación entrando a saco en ella. Si la realidad social no está madura para los avances técnicos que llaman a la puerta tanto peor para la realidad, porque será devastada por ellos. El resultado es que la sociedad entera queda transformada por la técnica como tras una guerra. Realmente, con sólo citar la gran cantidad de desplazamientos de la población, la enormidad de datos almacenados y procesados por la moderna tecnología de la información y el gran número de bajas por accidentes, suicidios o patologías contemporáneas, parece que una guerra, en absoluto fría, sucede a diario en los escenarios de la economía, de la política, o de la vida cotidiana. (Miquel Amorós)


Tecnología y dominación
Varios autores
28 pp.

martes, septiembre 9

Poeta muerta

Patricia Heras.

Pocas veces quedan tan al descubierto los engranajes de una sociedad autoritaria como cuando se conjuran al unísono contra la suerte de un individuo. La noche del 4 de febrero de 2006, Barcelona vio cómo, ante la falta de culpables concretos de un suceso, se detenía a varias personas inocentes bajo criterios claramente discriminatorios. Patricia ni siquiera se encontraba en el lugar de los hechos. Un accidente de bici y una visita al hospital donde se hallaban los primeros detenidos de esa noche, propició que la policía se hiciera con ella como una pieza más, cazada por sus vistosos colores. En este libro Patricia lo explica con todo detalle. Pero lo más grave es que la cosa no quedó en un mero abuso policial como hay tantos, sino que acabó convirtiéndose en una tormenta perfecta de la corrupción global de este sistema. Policías, políticos, jueces, periodistas, funcionarios, e incluso médicos... todos se aliaron para hacer de Patricia un chivo expiatorio que aliviara sus respectivos intereses en juego. Que todo indicara -pruebas incluidas- que ella era inocente, no sirvió más que para hacer más compacto el acuerdo del grupo siniestro de conjurados en el montaje. Al final, la muerte de Patricia no añadía nada a su inocencia, aunque quizá sí quitaba la venda de los ojos a los que aún creían en el sueño de una democracia podrida en sus cimientos.

Ediciones Capirote. Colección Los últimos libros. Barcelona 2014

sábado, septiembre 6

Manifiesto anarquista-feminista

Compañeras:

Debo decirles que no hemos pecado, jamás lo hemos hecho, pero sobre todo, debo decirles que el “pecado”, esa absurda palabra reproducida e impuesta a lo largo de la historia, no existe.

Lo que existió, existe, pero dejará de existir son los miles de principios éticos, morales y religiosos que han mutilado nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Existió, existe, pero dejará de existir, la esclavitud, la vergüenza falsa, el pudor absurdo, el dolor, la culpa y el arrepentimiento que hemos sentido, o dicho de una forma más clara, nos han hecho sentir los miles de hombres y mujeres creadores y pertenecientes a todos esos principios éticos, morales y religiosos, a todo ese aparataje represor, machista y sexista que se camufla cada día detrás de un falso feminismo, detrás de una falsa igualdad, detrás de una falsa libertad. Porque aunque es totalmente cierto y valioso que hemos luchado por lo que nos robaron desde que nacimos, aún se sigue viviendo en cada esquina, en cada calle, en cada pueblo, en cada ciudad, en cada revista de moda, de ropa, de maquillaje, en cada comercial, en cada iglesia, en cada escuela, en cada canción de reggaetón (y demás mierda que nos ve como objetos sexuales) en cada parámetro para el comportamiento, en cada mujer violada, ultrajada, golpeada, estigmatizada, culpada, satanizada, tildada de puta, de perra, de zorra, de cualquiera, y demás calificativos que la sociedad utiliza para referiste a una mujer libre, a una mujer que disfruta de SU cuerpo con quien quiera y como quiera, en cada parámetro para el comportamiento, en cada modelo de vida, de consumo, de éxito, en la mayoría de argumentos contra el aborto, en todo eso se siguen viendo los estereotipos, las normas morales y los valores para la conducta, la violencia, el feminicidio, la mercantilización del cuerpo, las relaciones de poder, el machismo, el sexismo y el sistema patriarcal. ¡Que sin duda, nosotrxs acabaremos!

Prenderemos fuego a todas sus doctrinas, quebraremos sus reglas, destruiremos sus libros más sagrados, gozaremos de nuestro cuerpo como nos venga en gana, dejaremos de servirle sexualmente a los demás, para empezar a complacernos a nosotras mismas, la masturbación reemplazará las tareas domésticas, -pero ésta nunca será una obligación sino un acto que nace de la libertad, la rebeldía, el amor propio y el placer-, no seguiremos su modelo de vida, no encajaremos en sus moldes, no seremos una pieza más de su maldita máquina hecha de dolor.

Destruiremos todas las cadenas, las cárceles y las imposiciones, todo eso por la sed y las ansias de justicia y libertad, por las ganas y el deseo de hacer resurgir un mundo nuevo.

¡No más esclavitud, no más vergüenza falsa y pudor absurdo, no más dolor, ni culpa, ni arrepentimiento, no más reprimir-nos!

Es ahora o nunca, compañerxs a luchar, a destruir pero sin duda, a construir. 


 

miércoles, septiembre 3

El trabajo y la esclavitud

«En el fondo, ahora se siente [...] que semejante trabajo es la mejor policía, que mantiene a todo el mundo a raya y que sabe cómo evitar con firmeza el desarrollo de la razón, la concupiscencia y el deseo de independencia. Puesto que emplea una cantidad enorme de energía nerviosa, la cual sustrae a las actividades de meditar, ensimismarse, soñar, preocuparse, amar, odiar.»

Friedrich Nietzsche, Los aduladores del trabajo, 1881 
 
 
 
La palabra trabajo proviene del latín tripalium que era un
instrumento de azote utilizado por los romanos. Una gran cantidad de pueblos a lo largo de la historia de la humanidad vieron el trabajo como una circunstancia inevitable para poder sobrevivir, pero nunca tuvo el carácter de ser un valor en sí mismo. Las sociedades que no formaron Estado, como las investigadas por el célebre antropólogo Pierre Clastres (1), resultaban ser sociedades que estando contra el “productivismo” producían lo necesario para vivir en términos relativamente apacibles. Por ejemplo, si les entregaban herramientas más eficaces, en vez de producir más, simplemente las empleaban para producir lo mismo en una menor cantidad de tiempo.

Este tipo de sociedades jamás formaron estructuras jerarquizadas como los Estados modernos, ya que su población siempre se mantuvo belicosamente movilizada frente a cualquier tipo de concentración en un poder centralizado. Es el Estado el lugar en que se concreta una sociedad dividida en clases que puede desplegar diversos sistemas económicos,  pasando por los imperios Inca o Azteca hasta el sistema-mundo capitalista (centro y periferia económica-cultural y un sistema inter-estado jerarquizado y una división de clases dentro de ellos) que actualmente existe. Todo estado implica un etnocidio en el sentido de fagocitar y destruir culturas, solo el Estado de Chile se construyó sobre montañas de cadáveres de indígenas, pero lo que hace más profundamente etnocida a un Estado es el capitalismo, ya que si la acumulación es infinita se requiere socavar hasta la última fibra de cualquier modo de vida incompatible, como se puede ver el hecho político antecede al hecho económico. El trabajo asalariado es ante todo una relación jerarquizada, en que en algún momento en circunstancias asociadas a incertidumbre, en términos de supervivencia biológica o psicológica, un grupo determinado toma por la fuerza el poder y por ende el control sobre los medios o recursos necesarios para la sobrevivencia.

El concepto de crecimiento económico parte de la falacia de que es posible establecer alguna fragmentación entre las especies y el ecosistema que las contiene (2), por lo que asegurar una armonía con el ecosistema no forma parte del plan y ese es un despliegue que nos conduce inevitablemente a un colapso ecosistemico, ideas como la deriva natural del  biólogo Francisco Varela han puesto sólidos cuestionamientos a esa idea de progreso indefinido. Entonces la dominación política ya sea una democracia o una dictadura que implica la jerarquización de la civilización (En la democracia la cuota de admisión para poder incidir la otorga la cantidad de dinero que poseas) requiere de individuos fuertemente especializados en áreas muy específicas, que rara vez tendrán una noción en términos sistémicos de lo que realizan, la rutina es diaria e impostergable, una letanía interminable que paulatinamente nos desconecta de la experiencia inmediata en términos más amplios que la tarea a desempeñar, claro uno podría ser libre de no desempeñarla a riesgo de precarizar más aun la situación.

 El despliegue tecnológico para poder generar los ritmos vertiginosos que requiere el capitalismo por otra parte ha hecho que se pueda prescindir de una gran cantidad de personas, ese es el ejército de desempleados que crece día a día en el mundo, que si desea a lo mejor oponerse a la situación antes descrita, se encontrará con que debe primero asegurar la supervivencia, mientras aquellos que están puestos en extensas jornadas laborales debilitados en términos psicológicos y biológicos difícilmente se tientan a presentar algún tipo de resistencia.

Si bien hay muchas legítimas demandas laborales, pocas veces se pone en juego la misma organización social jerarquizada y sus ciclos productivos, aunque puedan romper nuestros propios ciclos orgánicos, es necesario tener presente las necesidades particulares porque son acuciantes, pero no se puede perder de vista el contexto en el que están insertas. En un momento en la historia de la humanidad la discusión fue de quien eran propiedad los hijos de los esclavos, tal dilema no se superó sino que se eludió de una forma elegante, en que todas las personas nacerían libres e iguales pero no necesariamente con los mismos derechos sobre el mundo concreto. La revolución francesa cambio las palabras pero no necesariamente los hechos, ni hablar de la revolución rusa para ellos socialismo era trabajar y obedecer mucho.

La desjerarquización de la sociedad significa recuperar un diálogo entre iguales, no en el sentido de una homogeneidad cultural, sino en un punto en que podemos reconocer aquellas cosas que tenemos en común y aquellas que nos hacen diferentes sin que implique una asimetría de poder, tal idea ha sido tratada con más o menos justicia como utópica. Lo cierto es que la humanidad, en estos momentos básicamente, es un mero programa para la producción, eso es la educación hoy en día, es un comportamiento semejante al de los insectos sociales como las hormigas, en cambio las posibilidades evolutivas en los primates tienen que ver con diversificar capacidades, no para generar una asimetría de poder sino para cultivar un refinado reconocimiento de los estados afectivos de los otros, sentirlo como otro legítimo. La jerarquización por lo mismo es la negación de la solidaridad, cada sociedad elige que afectos cultivar, la nuestra lo hace con el miedo y la administración de los deseos, principalmente a través de la obediencia y la competencia desencarnada, se fragmenta a la humanidad en amos y esclavos en distintos grados.

La empatía o apoyo mutuo o como prefieran llamarla, es una tendencia cultivable, está inscrita en nuestra biología (3) y aparece en nuestra experiencia consciente que es la “frontera” entre naturaleza y cultura. De acuerdo a biólogos como Francisco Varela, es esa experiencia la que se oscurece cuando repetimos una y otra vez la programación cultural que alimenta una sociedad jerarquizada, después de todo no estamos mirando, es la memoria en forma mecánica y automática manifestándose, de ahí el dualismo mente-cuerpo y las patologías asociadas al estrés crónico, un camino desde la educación, trabajo o cárcel según sea la necesidad de la organización social jerarquizada.

 Comprender en forma integral la sociedad jerarquizada, su relación con el ecosistema, es reapropiarnos de nuestra experiencia consciente desde el cuerpo, en tiempo presente, es desde ahí que se pueden observar los condicionamientos sociales en que el trabajo más que ser una manera de proveerse lo necesario para vivir, pasa a ser la liquidación de cualquier potencial humano y un gran método de control social, a medida que la tecnología en vez de emplearse para solucionar los grandes problemas y preguntas de la humanidad se emplee en perfeccionar la tecnociencia necesaria para la organización social-económica jerarquizada, puede ir prescindiendo de una gran cantidad de personas, a una mitad la va a poner en ghetos con los que se regocijara haciendo caridad o encarcelándolos y a la otra mitad le dará empleo apaleando a los marginados.
Tal vez la primera acción es comprender y ponernos en juego a nosotros mismos y aquellos hábitos a los que estamos condicionados como es que el mundo este jerarquizado, a lo mejor desde ahí se puede fraguar un proyecto emancipatorio fundado en otra ética una más concreta basada en la horizontalidad y el apoyo mutuo (4).
 

@de_humanizer

Esta reflexión deliberadamente sintética se puede profundizar en estos textos

(1)   http://elvirusdelasubversion.blogspot.com/2014/03/contra-toda-forma-de-dominacion.html

(2)   http://elvirusdelasubversion.blogspot.com/2013/10/la-armonia-del-ecosistema.html

(3)http://elvirusdelasubversion.blogspot.com/2013/02/autoliberacion-integral-y-apoyo-mutuo.html y http://elvirusdelasubversion.blogspot.com/2013/02/autoliberacion-integral-y-apoyo-mutuo_10.html

(4)   http://elvirusdelasubversion.blogspot.com/2014/04/subversion-ciencias-cognitivas.html